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On-line ISBN 978-85-60944-35-4

An 8 Col. LEPSI IP/FE-USP 2011

 

El cuento de Pinocho: la conformación de la ética en la infancia a través de la utilización del lenguaje pragmático

 

 

Liliana Naveira; Susana La Rocca; Alicia Cambiasso

Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Grupo de Investigación ELE: Ética, lenguaje y epistemología. Red INFEIES

 

 


RESUMEN

El pensamiento filosófico y la modalidad narrativa configuran tradiciones de pensamiento, que al transmitir los presupuestos ontológicos, epistemológicos y axiológicos de la época conforman redes teóricas y simbólicas desde donde es posible tener un saber sobre la infancia.
En ciertas corrientes mecanicistas los cuerpos pueden ser explicados en términos de materia en movimiento, mientras que la mente, en tanto res cogitans a la que se accede por intuición, no sólo escapa a la explicación mecanicista sino que la posibilita. Mientras los cuerpos son pura extensión bajo el imperio de las leyes mecanicistas, las mentes son pensamiento consciente, libre e intencional. En este sentido, el cuento de Pinocho conjuga algunos aspectos de esta tradición mecanicista pero anuncia también el giro lingüístico- pragmático que se genera posteriormente.
En el libro original, la frase del comienzo: " C'era una volta un pezzo di legno" convierte a la res extensa de la madera en Pinocho, un muñeco sin vida, en un niño, gracias al lenguaje. Y desde ese uso del lenguaje, que comienza mostrando un primer proceso a través de la narración, vemos desplegarse no sólo los usos primarios de la comunicación, desde los aspectos morfológico-sintácticos y semánticos, sino toda una escala ponderada de cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática.
Carlo Collodi piensa en toscano el nombre de su personaje Pinocchio que quiere decir piñón, es decir una "cosa de nada." (Balastro 2000) y esa expresión destina una noción de infancia no sólo depreciada sino también escindida, en una tradición que en su intento de explicar racionalmente el mundo, deja afuera parte de ese mundo. Entendido de este modo, el proceso narrativo pasa de lo cuasimágico a cubrir primero el manejo de la atención conjunta (Bruner 1997) que demanda de lo dialógico y luego trasciende la esfera valorativa y las cuestiones éticas de la infancia, gracias a la interacción lúdica del cuento maravilloso infantil.


 

 

El pensamiento filosófico y la modalidad narrativa configuran tradiciones de pensamiento, que al transmitir los presupuestos ontológicos, epistemológicos y  axiológicos  de la época conforman redes teóricas y simbólicas desde donde es posible tener un saber sobre  la infancia.

En ciertas corrientes mecanicistas los cuerpos pueden ser explicados en términos de materia en movimiento, mientras que la mente, en tanto res cogitans a la que se accede por intuición, no sólo escapa a la explicación mecanicista sino que la posibilita. Mientras los cuerpos son pura extensión bajo el imperio de las leyes mecanicistas, las mentes son pensamiento consciente, libre e intencional. En este sentido, el cuento de Pinocho conjuga algunos aspectos de esta tradición mecanicista pero anuncia también el giro lingüístico- pragmático que se genera posteriormente.

En el libro original, la frase del comienzo: " C'era una volta un pezzo di legno" convierte a la res extensa de la madera en Pinocho, un muñeco sin vida, en un niño, gracias al lenguaje. Y desde ese uso del lenguaje, que comienza mostrando un primer proceso a través de la narración, vemos desplegarse no sólo los usos primarios de la comunicación, desde los aspectos morfológico-sintácticos y semánticos, sino toda una escala ponderada de cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática.

Carlo Collodi piensa en toscano el nombre de su personaje Pinocchio que quiere decir piñón, es decir una "cosa de nada." (Pacheco de Balbastro, G. 2000) y esa expresión destina una noción de infancia no sólo depreciada sino también escindida, en una tradición que en su intento de explicar racionalmente el mundo, deja afuera parte de ese mundo. Entendido de este modo, el proceso narrativo pasa de lo cuasimágico a cubrir primero el manejo de la atención conjunta (Bruner 1997) que demanda la atención  de los aspectos dialógicas del lenguaje  y luego trasciende la esfera valorativa y las cuestiones éticas de la infancia, gracias a la interacción lúdica del cuento maravilloso infantil.

 

I. La  modalidad narrativa

La naturaleza propia de los mitos, leyendas y cuentos fantásticos que no se someten a la estricta y racional reflexión filosófica, aunque son subsidarios de ella, los convierten en discursos altamente simbólicos que transitan escenarios populares, trasmitiendo acríticamente un pensar que instituye y es instituido.

Las representaciones sobre el mundo escapan a casi todo  canon  y se resisten a los permanentes procesos de generalización. La fantasía encarnada en los mitos, cuentos y leyendas, vehiculiza la expresión de lo que falta, de lo reprimido, de lo no encuadrado, y es otra dimensión de análisis para leer aquello que llamamos realidad.

Bruner, entre otros, ha llamado la atención acerca de la necesidad analizar los procesos por los cuales los organismos adquieren conocimiento puesto que considera que:

1.N o hay naturaleza humana independiente de la cultura o, dicho de otra manera, no  hay en un sentido fuerte  naturaleza humana .
2.Los fenómenos psicológicos también son afectados por la cultura. Esto no significa aceptar un relativismo cultural insuperable, ya que los significados en los que se expresan, en la medida en que pueden ser compartidos y públicos, pueden ser elevados al nivel intersubjetivo, que es un nivel de objetividad.
3.El llamado  punto de vista de ninguna parte  de Nagel , es el fiel reflejo de la influencia de la cultura, que da cuenta de cómo conocemos y de qué manera valoramos ese conocimiento (Bruner, 1990 p.30).

El reconocimiento del papel de la cultura en la construcción de significados remite a la consideración de los procesos históricos en los cuales se realiza dicha acción. La incorporación de la historia como elemento de análisis demanda la necesidad de contar, además de un sistema conceptual, con un sistema narrativo. El sujeto, desde esta perspectiva, si pretende dar cuenta de la realidad mediada por la cultura y el lenguaje, debe incorporar la narrativa como un nuevo esquema explicativo que contribuya a la posibilidad de ampliar ese campo.                     

"El conocimiento funciona en los seres vivos como un sistema de reglas que permite relacionar experiencias entre sí y actuar autónomamente en relación a ciertos fines y en determinadas circunstancias. Pero la tensión que surge entre las creencias que hemos aceptado culturalmente y las dudas que surgen en relación a su permanencia desencadenan la indagación para establecer  nuevas creencias que atenúen la duda" (Samaja, 2000, 131). Según Bruner, reconocer el papel constitutivo de la cultura implica también aceptar la existencia de valores compartidos y la posibilidad de modificarlos; su identificación permite explorar la perspectiva desde la que sostenemos una cosmovisión del mundo; esto no es igual al "todo vale" y nos introduce en el campo de la filosofía, propiamente, en el terreno de la ética.

Si se acepta que cada individuo experimenta su vida como una historia donde es posible concebirse como una unidad compleja, en la que el sistema cognitivo es también experiencia de la subjetividad expresada narrativamente en el lenguaje, se comprende por qué la narrativa se ha constituido en uno de los temas de mayor interés de la psicología contemporánea. Ella permite analizar la forma en que la experiencia humana determina la visión del mundo que, por supuesto, incluye al mundo propio y posibilita descubrir que la estructura del sentido común se construye sobre la base de sistemas culturales aceptados como correctos, a tal punto que se nos presentan como pertenecientes al reino de lo natural.

El cuento de Pinocho da cuenta de cómo un pedazo de madera se convierte en un leño que habla. Gracias a Gepetto y a los significados que construye en relación a los otros, sus acciones devienen éticas. Allí es entonces un niño.

 

II. El giro lingüístico- pragmático

Umberto Eco ha reconocido las relacionesque se evidencian el espacio semiótico y su conexión con los aspectos culturales. Considera que el campo semiótico contiene comportamientos comunicacionales que requieren y refieren a múltiples sistemas de significación y que, si bien existen diferencias notorias entre la semiótica de la comunicación y la llamada semiótica de la significación, es importante considerar que la primera requiere de la segunda pero no se agota en ella. Ambos dominios exigen estrategias metodológicas y categorías de análisis diferentes, pero se ligan a través de los procesos culturales en los que surgen y remiten a un amplísimo dominio de intereses que, en palabras de Eco convierten a la semiótica en una disciplina de ambiciones imperialistas insoportables (Eco, 1981 p.41).

Eco trata de establecer los límites del campo semiótico y para ello se vale del análisis de las definiciones de semiótica dadas por Saussure y Peirce. El primero considera que el signo constituye una entidad de dos caras (significado y significante) que se relacionan mediante reglas. Podría parecer, en este punto, que existiese una reducción de la semiosis a los procesos de significación, pero el mismo Saussure se encarga de aclarar que el hecho del significado siempre refiere la actividad de los individuos en la sociedad y, por lo tanto, requiere necesariamente de estrategias comunicativas.

Peirce amplia el ámbito de la semiótica aceptando que entiende por semiosis una cooperación de tres sujetos (no necesariamente humanos, sino más bien entidades semióticas abstractas): el signo, su objeto y su interpretante, que no requieren obligatoriamente intencionalidad, ni tampoco artificialidad. Peirce no reduce la semiótica a una teoría de los actos de comunicación y esto le permite aceptar como signos otros comportamientos mediante los cuales es posible inferir algo sobre la situación del emisor, aunque este no sea consciente de que está emitiendo señales. Apoyando esta ampliación del campo de la semiótica Eco cita a Morris (1938), quien afirma que la semiótica se ocupa no de algún objeto particular, sino de todos los objetos comunes, en la medida en que estos participan en la semiosis. El destinatario humano es la garantía metodológica y no empírica de la existencia de la significación, pero no lo es de "la naturaleza de signo de un supuesto signo" (Eco, 1981 pp. 46-47). Los llamados signos naturales y los signos no intencionales pueden ser objeto de atención semiótica si hay una decisión por parte del destinatario imbuido en una cultura, o por parte del emisor para estimular la decisión de entender dichos comportamientos como signos.

Los límites naturales del umbral inferior del territorio semiótico, los estímulos, las señales, y las teorías informacionales que dan cuenta de la información biológica (como por ejemplo la genética y neurofisiológica), deben ser incluidos en el discurso semiótico, porque este obtiene de ellos instrumentos valiosos para el análisis. También los límites naturales del nivel superior determinados por el fenómeno cultural deben ser tenidos en cuenta, ya que por un lado la cultura sólo manifiesta sus mecanismos fundamentales a través del proceso semiótico, aunque no se reduzca a él y, por otro lado, todo fenómeno cultural tiene una función significante. Los límites epistemológicos intervienen para que el objeto de la semiótica sea "parecido a un cristal o a una red móvil e intrincada de competencias transitorias y parciales (Eco, 1981 p.67).

Si se acepta con Eco que la investigación semiótica y, por extensión, toda investigación, está regida por una especie de principio de indeterminación resultante de aceptar que el universo del hablar, del significar y del comunicar está contextualizado, también aceptaremos que este constituye el límite epistemológico más importante. Tanto en el campo de conocimiento del sentido común como en el científico las motivaciones que lo guían deben ser explicitadas para posibilitar la interpretación crítica de todos los fenómenos y, de manera especial, los semióticos.

De la propuesta de Eco se infiere que en todo proceso semiótico deben rescatarse relaciones entre la información, la significación y la comunicación. Para ello es necesario tener en cuenta que el término/información significa:

a)una propiedad estadística de la fuente que designa la cantidad de  información que se transmite.
b)una selección de la información que se ha trasmitido y recibido efectivamente y que hace referencia a los procesos comunicativos acotados culturalmente.

Las múltiples combinaciones que se producen entre a y b remiten generalmente a la consideración de que la significación interviene en la vida cultural y viceversa. La propuesta de Umberto Eco permite detectar, en todo proceso semiótico, un resto de indeterminación que debe ser tenido en cuenta a la hora de defender las afirmaciones realizadas en nombre de una postura "objetiva", científica o no, y en ese campo la libertad debe ejercerse desde valoraciones que muchísimas veces son éticas y que no pueden no ser consideradas

Desde una tradición  mecanicista basada  en la regularidad de las leyes, la fijeza de la naturaleza y la previsibilidad de los fenómenos puede explicarse a Pinocho marioneta, muñeco de madera, objeto, pero jamás "leño que habla".

 

III. Cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática

Kart Otto Apel fundamenta a la filosofía y a la ética desde el paradigma de la comunicación, que también refiere al otro. Considera que hablar sobre el mundo es fundamentalmente hablar para decirle algo a alguien y entrar en relación con él. Ambos niveles, el de la semántica y el de la pragmática, son distinguibles e irreducibles a una unidad y no pueden someterse sin más a una legislación única que englobe a todos los sentidos y a todos los sentires. El lenguaje tiene una dimensión dativa irreducible, que nunca podrá comprenderse desde un análisis de lo meramente dicho. La pragmática, que remite a la vincularidad con el otro, abre lo dicho al campo de la intersubjetividad,  propia de toda comunicación lingüísticamente mediada.

Desde esta perspectiva, Apel reformula el concepto de autonomía que había sido entendido como el derecho de las personas de optar por sus propios intereses sin restricción ni coerción. La autonomía apeliana es definida como la capacidad del sujeto moral de elegir, e autoimponerse aquellos intereses universalizables consensuados entre todos los que participan de una práctica. La autonomía se vuelve comunicativa y exige la consideración de los otros sujetos autónomos con los que interactuamos. Es autónomo aquel que manifiesta sus propios intereses (paciente, trabajador de la salud, institución-es), pero los hace posibles sólo en complementariedad con los intereses del otro.

El paradigma de la comunicación requiere al otro como el elemento esencial que posibilita el diálogo en el que están presentes el yo y el otro para fundar el nosotros. La autonomía no es simplemente el respeto a las decisiones individuales, sino el respeto a las decisiones mediadas argumentativamente. Éstas deben ser tomadas en el contexto de un diálogo válido que demanda ponerse en el lugar del otro, respetando las diferencias, sin hacerlas pesar desde los lugares de poder, aceptando que es posible lograr consensos entre todos los involucrados, o al menos sentar las bases para que esto suceda.

Todo discurso práctico, que es el ámbito en el que se desarrollan las acciones humanas, debe garantizar no sólo la representatividad de todos los afectados por las consecuencias de lo que allí se decida, sino también la simetría de las partes en conflicto. Esta tarea se desarrolla cuando los discursos prácticos han sido institucionalizados y permiten la tematización y compensación de las diferencias.

Esta propuesta sitúa a la ética como eje transversal que:

•Sostiene y comunica el ámbito personal y el organizacional, en que se incluye el equipo de salud,
•Defiende la imposibilidad de escindir las prácticas sociales de la reflexión ética,
•Exige la necesidad de institucionalizar discursos prácticos que posibiliten esa reflexión.

 

IV. Pinocchio, de "cosa de nada" a protagonista del giro pragmático gracias al lenguaje.

Hasta aquí, el marco teórico básico del que parte el fundamento de la conformación de la ética. A continuación, veremos cómo se plasma dicho marco a través de la utilización del lenguaje pragmático.

Como se mencionó, Bruner postula que el juego infantil ofrece un marco de referencia donde madre y niño pueden crear las estructuras transaccionales de interacción conjunta, por cuanto la situación de juego posee un sorprendente grado de orden y sistematicidad. La observación de la conducta en los primeros juegos permite inferir que el niño se adapta rápidamente a hacer mucho a partir de muy poco, por medio de la combinación.

Los primeros juegos de intercambio, como el del cuco, proporcionan un andamiaje altamente restringido donde se combinan elementos para extraer significados e inferir intenciones. Todas ellas son situaciones comunicativas de interacción, en que el proceso se ve facilitado por la interacción lúdica.

En estos intercambios, los procedimientos de elección y adopción de roles presentes en el formato del juego, son esenciales para que el niño logre codificar los aspectos semánticos, apreciar el contexto interpersonal en el cual se da la interacción, negociar el uso de interrogaciones y demandas adecuadas, y clasificar elementos por campos semánticos comunes.

Tanto en la función nominativa primero, cuanto en la elaboración de relaciones semánticas después, el formato parece utilizarse para circunscribir el campo de referencia. Se advierten en la muestra intentos de codificación para:

- repetir información
- corregir a otros
- precisar atributos
- expresar el todo y las partes de un contexto dado
- jugar con rasgos de estilo       

En todos los casos, el objetivo es indicar que hay una forma canónica de negociar la referencia, y eliminar la ambigüedad. Así, en un contexto de juego, se indican las reglas de interacción y pertenencia entre pares.

Todo juego implica una situación de interacción: en ese contexto se ofrece un marco de negociación amplio e imaginativo, donde operaciones tales como la nominación, repetición, intercambio de objetos y personajes permitirán trascender el formato predecible para elaborar operaciones más complejas y adquirir un repertorio de estrategias que pueden aplicarse a diversas situaciones, desprenderse del código lingüístico contextual propio del juego y desarrollar la habilidad humana para construir representaciones.

Si a ello le agregamos la situación narrativa, a la elaboración de estructuras de complejización lógico- semántica se suma la estructura de meta, es decir, la posibilidad de inferir intenciones y de contar con los medios apropiados para comunicarlas.

Así, a través de estos mecanismos, de estructura cada vez más creciente, el niño consigue un manejo efectivo de la función referencial, primero en relación con los formatos cotidianos para pasar después a la negociación conjunta con adultos y pares a través del lenguaje, de una función tan compleja como es la de verbalizar el mundo que nos rodea, y nuestro propio universo interior.

En un segundo momento, comienza a referir desde el contexto del juego el mundo, y lo hace desde el punto de vista psicosocial, es decir, la necesidad del ser humano de intercomunicarse es captada y elevada a rango científico y de dominio-transmisión de mensajes por la comunicación, su dimensión pragmática.

Atento a este contenido, durante los años 2004 a 2009, se desarrolló en el grupo de Psicolingüística y aprendizaje de la Universidad Nacional de Mar del Plata un screening para abordar interdisciplinariamente el discurso de niños con el fin de contribuir a la identificación de características lingüístico – pragmáticas. La base de esta inspección de los niveles lingüístico-semántico-pragmáticos la constituyó el pedido de narración de parte del niño de un cuento maravilloso infantil (en ese caso, el de Caperucita Roja) con el propósito de replicar las condiciones de interacción propuestas por Bruner, y además, con el objetivo de adentrar a los niños en las cuestiones del nivel semántico relacional del lenguaje (palabras abstractas, categorización de términos, dobles sentidos, chistes, ironía, polisemia, etc.) y, sobre todo, la cuestión pragmática, es decir, los efectos esperados y buscados de los enunciados sobre el interlocutor, y medios específicos utilizados para tal fin. Son cuestiones inherentes al nivel pragmático la toma de turnos, la actualización de relato, la adecuación al discurso del otro, la intención de persuasión. Alcanzamos así la articulación funcional del lenguaje (Rondal, Serón, 1988).

Para este trabajo, proponemos incorporar el cuento de Pinocho, por cuanto trasciende la narratividad para incorporar las cuestiones éticas. Blas Matamoro nos dice, respecto del cuento de Pinocho:

"Pinocho nos lleva al mundo de la formación y las iniciaciones. La historia de Pinocho es una aventura iniciática, en la cual el héroe infantil es sometido a una serie de pruebas que ocurren fuera de su casa hasta que aprende un código moral que le permite distinguir a sus padres y a identificar la ley. Entonces se convierte en un joven «normal», perfectamente socializado" (Matamoro 2009, p: 45).

Si hemos de referirnos al modo en que narratividad y contenido aludido se retroalimentan en el relato, debemos contemplar en Pinocho los siguientes aspectos:

1) La cuestión de la paternidad y la creación-recreación: El elemento anómalo, en Pinocho, es que no resulta de la unión biológica padre-madre, sino que se trata de un muñeco tallado por un ebanista. Está hecho de madera, de materia, y simbolizado por la madera que habla. La madre se perfila en el Hada, que interviene para protegerlo en momentos críticos y se le aparece en sueños para agradecerle su asistencia durante una enfermedad. Al despertar, Pinocho se ha convertido en un adolescente de carne y hueso.

2) La creación a partir de la nominación o la palabra: El mito de Pinocho se asocia con algunas herencias épicas (Pigmalión o los personajes de El Golem, en Borges). En la leyenda judía del gólem, un muñeco de barro es animado cuando se introduce en su boca un papel con la palabra Shem. El lenguaje sirve entonces para animar y autonomizar a una forma humana meramente mecánica. Pero situado en la segunda mitad del siglo XIX, Pinocho pertenece a otra crisis de la épica. Pinocho es un nuevo modelo humano que surge de la invención del hombre mismo, escapando a la legalidad

3) La entrada en la cultura a través del aprendizaje de la lengua escrita: Manguel hace referencia al rito de iniciación de este personaje, y su entrada al mundo gracias a "civilizarnos a través del lento y difícil arte de la lectura". Y dice:

"...creo que Las aventuras de Pinocho me encantaron porque son las aventuras de un aprendizaje. La saga de la marioneta es la que corresponde a la educación de un ciudadano, la antigua paradoja de alguien que quiere formar parte de la sociedad humana al tiempo que trata de averiguar quién es realmente, no como aparece a los ojos de los demás sino a los suyos propios" (Manguel 2003,p.:60)

4) La incorporación de los conceptos éticos a través del resultado positivo o negativo de las aventuras por las que transita: Es llevado engañosamente al país de Cucaña, donde se vive sin trabajar; es sometido a una palingenesia, muerte aparente que divide su existencia en dos (episodio de los bandidos, que lo cuelgan de la horca); la serpiente lo somete a la prueba del miedo y el cepo, a la del dolor; convertido en burro, es vendido y maltratado. Recibe el contenido de las enseñanzas del universo de su cultura (no mentir, cumplir con la obligación de ir a la escuela, ganar el sustento con el trabajo honrado, despreciar la injusticia). Para ello, se lo somete a pruebas negativas: el hambre, la arbitrariedad, el sufrimiento, etc. Así, el principio de realidad triunfa sobre el principio del placer (el país de los juguetes, la feria de los títeres, Jauja, etc.). 5) Además de los poderosos formatos épico-narrativos presentes en el cuento (el exilio iniciático de pasar de animal, monstruo o títere a ser semihumano dotado de lenguaje; el episodio iniciático, de regreso al útero y renacimiento; la iniciación que ocurre en sueños), gracias al desarrollo de las instancias de aprendizaje que incorporan el giro lingüístico y el pragmático, Pinocho consigue hacer suyos los parámetros de una sociedad en que "...se muestra como un ser responsable (...) es el campo de entrenamiento donde uno se convierte en alguien capaz de devolverle a la sociedad sus cuidados y atenciones. Así es como lo resume el propio Pinocho: "Hoy mismo quiero aprender a leer; mañana, a escribir, y pasado, las cuentas. En cuanto sepa todo esto ganaré mucho dinero y con lo primero que tenga le compraré a mi papaíto una buena chaqueta de paño. ¿Qué digo de paño? ¡No; ha de ser una chaqueta toda bordada de oro y plata, con botones de brillantes! ¡Bien se lo merece el pobre! ¡Es muy bueno!" (Manguel, 2003, p.62)

 

Conclusión

El cuento de Pinocho puede leerse entonces, en referencia al marco teórico enunciado al comienzo, como el proceso mediante el cual una simple marioneta deviene en niño.

El ideal de niñez, asociado a la idea de un constructor capaz de producir simplemente un títere marioneta, se convierte en el cuento de Pinocho en   un fenómeno de independencia capaz de generar otra cosa: un niño libre. En ese sentido, el lenguaje media esa transformación y posibilita el acceso al mundo de los valores en el que se actúa la ética.

En tanto Pinocho pasa de ser leño-madera a leño que habla es capaz de aceptar y trasgredir normas morales que son generadas con independencia  de las regularidades del mundo físico. El proceso narrativo del cuento permite visualizar la transformación del personaje del cuento, trascendiendo la perspectiva reduccionista del mundo, del hombre y de la infancia que responde una tradición pre – lingüística, atomista y mecanicista del mundo

Pinocho marioneta, se transforma en niño, en el marco de una tradición lingüística- pragmática que demanda a lo dialógico y permite por ello acceder a la esfera valorativa y a las cuestiones éticas de la infancia.

El nombre de Pinocchio, cosita de nada, destina una noción de restringida infancia que, gracias a la interacción lúdica del maravilloso cuento infantil, puede ser superada.

 

Referencias bibliográficas

BORGES, J.L. (1974) "El Golem", Obras Completas. Buenos Aires: Emecé.

BRUNER J. (1990), Actos de significado. Madrid: Alianza.

BRUNER J. (1993), La elaboración del sentido. Madrid: Alianza

BRUNER , J. (1997). La educación, puerta de la cultura. Madrid: Visor.

COLLODI, C. (1995). Le avventure di Pinocchio. Perugia: Guerra. Ed. 1995

ECO, U. (1981) Tratado de semiótica. Barcelona: Lumen.

MANGUEL, A. (2003) "Cómo Pinocho aprendió a leer". en Revista: Letras Libres: http://www.letraslibres.com/ Octubre de 2003, pp:58-62

MATAMORO, B. (2009) "Pinocho a la luz del psicoanálisis". Revista Cine y Letras. ISSN 1989-858, junio del 2009.

PACHECO DE BALBASTRO, G. (2000), "Pinocho, el leño que habla". Imaginaria. Revista quincenal sobre literatura infantil y juvenil, Nro. 29, Buenos Aires: Educared.

PERICONI, G. et.al., (1986) El libro infantil. Cuatro propuestas críticas. Buenos Aires: El Ateneo.

RONDAL, J.- SERON, X. (1988) Trastornos del lenguaje, I. Lenguaje oral, lenguaje escrito, neurolingüística. Barcelona: Paidós.

SAMAJA, J. (2000) Método para fijar creencias. En E. Díaz (Ed), Aportes de la Metodología al debate epistemológico. Buenos Aires: Posciencia, Biblos