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An. 2. Congr. Bras. Hispanistas Out. 2002

 

CONFERÊNCIAS

 

España y la modernidad

Dieciocho notas

 

 

Juan Ignacio Ferreras

ISIC (Instituto Superior de Investigaciones Científicas) España

 

 

Quisiera plantear con esta comunicación un problema que, creo, podría ser esencial para una mejor comprensión de la cultura y civilización españolas. Problema que ha sido soslayado por críticos e historiadores, con alguna excepción, como la de quien esto escribe, pero de cuya resolución, o al menos correcta comprensión, dependerá una mayor inteligencia de la Historia española. Me refiero al problema de la Modernidad, y mejor, de la Modernidad en España. ¿Qué se entendió por Modernidad? ¿Se le aceptó, se la combatió?

El diálogo entre España y la Modernidad, su admisión o su rechazo, pero su indudable combate, caracterizó siglos de historia patria.

1 – No existe, para empezar, una exacta definición de la Modernidad, pero hay varias notas que la caracterizan y con las cuales están de acuerdo la mayoría de los críticos. De estas notas, tres, parecen esenciales: la Modernidad irrumpe en Europa con la secularización, con la idea del progreso y con el culto a lo nuevo.
Secularización significó la "civilización" de todas las instituciones, sobre todo de las dedicadas a la enseñanza; significó, en suma, que todo lo que se tenía por sagrado empezó a considerarse como humano.
La idea del progreso, puesta en duda como es lógico por los últimos posmodernos, significaba también la crítica de lo viejo y, sobre todo, una nueva fe en el hombre. De alguna manera, significaba también un nuevo humanismo.
El culto a lo nuevo también significaba una despedida de lo viejo y sobre todo una nueva esperanza en las ciencias y en las técnicas.
Añádanse a estas notas las nuevas teorías políticas, educativas, filosóficas, etc.

2 – Ante este nuevo pensamiento, que aparece en Europa con el renacimiento y se fija o materializa en el siglo XVIII, España, o si se quiere el pensamiento español, va a oponer una resistencia que se materializará en su literatura, en sus artes plásticas, en su política y también en su economía.
(Aquí, me atendré preferentemente a la literatura española, pero sin olvidar nunca que no existe literatura independiente, es decir, no mediada por la sociedad en la que nace).

3 – El estado llamado moderno llega a España con los Reyes Católicos, no hay duda: se consigue la unidad nacional y, para conseguirla, se procede a la unificación religiosa con las consabidas exclusiones: expulsión de los judíos y persecución de los disidentes por medio de la Inquisición.
Y ya en estos primeros momentos de una posible modernidad, podemos encontrar dos obras, de circa 1500, que claman por la libertad perdida, o mejor, por la imposibilidad de vivir. Me refiero a La Celestina, de varios autores, y al auto titulado Diálogo del Amor y un viejo. La Celestina, una de las más grandes obras literarias de todos los tiempos, muestra la tragedia de la existencia. En el Diálogo, de Cota, se nos cuenta la imposibilidad del amor y también la burla inmisericorde que sufre el Viejo cuando ya el otro personaje, el Amor, le ha convencido de que se enamore.
Dos obras significativas o que ganan toda su significación si las enfrentamos con la Modernidad.

4 – El siglo XVI puede ser dividido en dos partes: la primera corresponde al reinado del emperador Carlos y la segunda al de Felipe II. Con el emperador parece que, por un momento, la Modernidad va a llegar a España de mano de los reformistas que se llamaron erasmistas, pero el movimiento dura muy poco. Más importante para España y para su futuro es el reinado de Felipe II, el campeón de la cristiandad, el defensor de Trento, y el rey que promulgó una ley por la que se prohibía a los españoles estudiar en universidades extranjeras y a los profesores extranjeros enseñar en España. Únase a esta medida la obligatoriedad de las disposiciones del Concilio de Trento, los índices inquisitoriales y la limpieza ideológica, y tendremos una idea de lo que más tarde vendrá a llamarse pensamiento único.

5 – Ante la modernidad que se va imponiendo en Europa, también en España se intentó la Modernidad: pensemos en un Garcilaso, italianizante, luego cultivador de lo nuevo; pero estamos en tiempos del emperador, poco después con Felipe II, ya no será Garcilaso, sino Juan de Yepes, San Juan de la Cruz, el que dé significado universal a la poesía española. La mística, tardía si la comparamos con la que ya había existido en Europa, sustituye a las carnalidades paganas del renacimiento que venía de Italia.

6 – Siglo, el XVI, en el que triunfan los libros de caballerías, casi doscientas ediciones en el siglo, novela o tipo de novela que alcanzó la popularidad en todos los estamentos de la sociedad. Pero ¿qué es un libro de caballerías? Ante todo, es un relato heroico que viene directamente de la edad media; no es lo nuevo, es lo viejo que vuelve a florecer. Tanto Menéndez Pelayo como Pascual de Gayangos, por ejemplo, reconocen que este tipo de literatura es un "fruto tardío"; en otras palabras, que no es moderno. ¿Dónde está la Modernidad en un Amadís? Se exaltan, como se recordará, virtudes tradicionales: heroicidad, fidelidad, castidad, catolicidad, etc., sin embargo, Europa, Italia y Francia iban ya por otro camino.

7 – La novela bizantina o griega no pudo desarrollarse en la España tridentina porque la diosa Fortuna había sido sustituida por la Divina Providencia, y a pesar de Cervantes y su Persiles, que es como decir a pesar de todos los pesares, los novelistas españoles no consiguieron títulos universales, modélicos.
Quedaba, en este breve repaso de la novelística, la llamada novela pastoril, nacida en Italia pero que solamente España logró universalizar a partir de la Diana de Montemayor.

8 – Habría que situar aquí, en la frontera del XVI y el XVII, a Cervantes, al Quijote, sin duda la máxima novela europea de su tiempo y de todos los tiempos. Cervantes puede ser interpretado de muchas maneras y su bibliografía es interminable. Una interpretación posible, al enfrentarlo con la Modernidad, puede ser la siguiente: Cervantes es un erasmista rezagado, ambiguo y crítico, denuncia la imposibilidad de los valores antiguos, de la caballería precisamente. Pudo creer, en un primer momento, en la España imperial de Carlos, pero le tocó vivir bajo Felipe II, entonces como buen resistente ante el pensamiento único, o ante la contra modernidad que domina la cultura de su tiempo, no sólo denuncia, sino que defiende la libertad de la mujer (episodio de Marcela), defiende la vida ante las reglas sociales impuestas (recuérdese El celoso extremeño, o la historia de la señora Ruperta, del Persiles). Defiende de alguna manera lo nuevo. Como todos sabemos, Cervantes no fue reconocido en España hasta muchos años después.

9 – También habría que recordar aquí otra obra que defiende la Modernidad al oponerse a la contramodernidad reinante, me refiero al Don Juan, o El Burlador de Tirso, si es que lo escribió Tirso. Nos encontramos ante un rebelde que, de alguna manera, exalta la vida ante la trascendencia, el amor ante la muerte.
Junto a Tirso habría también que señalar algunas obras dramáticas de distintos ingenios, como algunas de Lope, donde al menos juega a la rebelión, a la libertad. Pero de un modo general, Lope, Tirso y Calderón (el gran teatro español del Siglo de Oro) fueron ante todo nacionalistas, católicos y escribieron la mayoría de sus obras en la estela de la Contrarreforma dominante.

10 – El siglo XVII, y siempre desde el punto de vista de la Modernidad, fue el siglo de la decadencia absoluta, de la crisis demográfica y económica, del intento de desunir lo que los Reyes Católicos habían unido o impuesto (sólo Portugal consigue la libertad). En literatura, es el siglo del desengaño moral, de la picaresca y de la novela alegórica. De alguna manera, la realidad se aleja o es interpretada de manera simbólica.
Y el desengaño moral consiste, siempre ante la Modernidad, en una negación de la misma puesto que defiende la imposibilidad de lo nuevo y niega todo progreso social. Ni qué decir tiene que no puede darse ningún tipo de secularización, sino todo lo contrario.

11 – Y lo contrario de la secularización consiste en lo que se llama en literatura "las vueltas a lo divino". Ya desde el siglo anterior se intenta reescribir a lo divino cuanto de profano existía, y así tenemos novelas pastoriles a lo divino, libros de caballerías a lo divino y, sobre todo, cancioneros espirituales o morales, donde se transforma en moral los temas literarios más de moda.
No existe, o yo no conozco, un estudio de estas vueltas a lo divino, sin embargo, y siempre sin perder de vista a la Modernidad, las vueltas a lo divino denuncian la resistencia al nivel literario de una contramodernidad militante. Y esta resistencia se dio a todos los niveles: excusado parece citar aquí el fenómeno de los autos sacramentales, auténticas obras dogmáticas; más interesante, por lo significativo, es recordar la divinización del mismo Garcilaso, divinización que empezó muy pronto (obras de Sebastián de Córdoba en el XVI, y de Andosilla Larramendi, en el XVII). De una manera general, la divinización de temas y problemáticas poéticos se dio con todo éxito en el Romancero espiritual del maestro Valdivieso, y sobre todo, en los Conceptos espirituales y morales de Alonso de Ledesma, obra que alcanzó más de treinta ediciones en el XVII.
¿Qué significado puede tener esta producción y este éxito ante la Modernidad que no acaba de llegar?

12 – En paralelo a esta divinización de la literatura, se podría observar aquí la temática de la pintura. La falta de desnudos y la falta de paisajes en la pintura clásica española. La exaltación de los cuerpos viejos de profetas y mártires (Ribalta, Ribera, Valdés Leal); Velázquez hubo de pintar a escondidas, sin duda en Italia, el primer desnudo femenino de la pintura española, La Venus del espejo. Y después, en cuanto a desnudos femeninos se refiere, habrá que esperar hasta la Maja desnuda de Goya, en el XVIII.
La Modernidad renacentista, en cuanto a la plásticas se refiere, produjo estatuas y cuadros donde se cantaba el desnudo, la fiesta; se trataba temáticamente de una paganización. Pero pónganse en paralelo dos artistas de la misma época: Bernini y Gregorio Fernández, y se verá la diferencia; compárense los desnudos de Bernini y los cristos muertos del maestro español.
No se trata de oponer el cristianismo al paganismo, sino de comprobar cómo un cristiano italiano pinta o esculpe un desnudo, y cómo un cristiano español esculpe cuerpos muertos y pinta despojos humanos. Son dos maneras de entender el cristianismo, o el catolicismo, el alegre barroco de los jesuitas y la llamada severidad castellana.
Estas dos actitudes, que corren en paralelo con las que se dan en literatura, habrán de ser explicadas a partir del concepto general de la Modernidad.

13 – Y también a partir de la posición que se adopte ante la Modernidad habrá que explicar la falta de filosofía y de ciencias en la España de los siglos clásicos. En el XVII, y sobre todo en el XVIII, en Europa nace la Ciencia moderna, la Filosofía moderna, también; en cambio en España, y a pesar de los esfuerzos de un Menéndez Pelayo, sólo se logran avances en Teología y en Derecho. Se niega así otro de los principios de la Modernidad, lo nuevo. También se ponen obstáculos a la secularización de la investigación científica.

14 –. El XVIII es el siglo de la Modernidad en occidente, asistimos a las mayores revoluciones filosóficas, científicas y políticas de Europa. Es más, es el XVIII la referencia obligada de los actuales campeones de la posmodernidad.
Desgraciadamente, España empieza el siglo en plena crisis demográfica y política, el cambio de dinastía engendra la teoría de las dos Españas, teoría o mito que va a perdurar casi hasta nuestros días. De un lado están los afrancesados, europeístas; del otro, están los nacionalistas, casticistas, tradicionalistas. Esta dicotomía no es sólo política sino también artística. Se exalta o se denigra lo nuevo, se exalta o se denigra el progreso, etc. En otras palabras, la Modernidad hace su aparición dividiendo ideológicamente a los españoles, y la Modernidad caerá derrotada cuando las fuerzas más tradicionales del país se opongan a la invasión francesa a principios del XIX.

15 – Últimamente hay excelentes estudios (Aguilar Piñal) sobre este siglo llamado "ilustrado". Al desastre nacional de una educación en manos de las órdenes religiosas, se une la falsa imitación francesa y, aunque parezca paradójico, la nueva y siempre tradicional exaltación de los valores antiguos, tanto en el teatro como en la poca novela del siglo (Isla, Torres, Villarroel, etc.).
Si el XVIII fue decisivo en Europa para la Modernidad, esta misma Modernidad dividió las ideologías españolas del siglo. Sus efectos pueden comprobarse en la literatura, el arte y hasta en la política y costumbres sociales.

16 – Si seguimos considerando a la Modernidad como un concepto operatorio, frente al cual han de situarse las corrientes culturales españolas, el XIX español es el enfrentamiento abierto entre las dos posibles actitudes. Liberales y carlistas, monárquicos y republicanos, progresistas y moderados, etc. Lo mismo ocurrirá al nivel de la cultura literaria, realistas tradicionales y románticos exaltados. Zorrilla y Espronceda, Fernán Caballero y Pérez Galdós etc. No hay ninguna posibilidad, por otra parte, de separar la actividad artística y sobre todo literaria, de la ideología política del momento. Los vaivenes políticos inciden en la cultura directamente, sin pantallas. Y así, la primera República de 1873 sólo logra liberar a los esclavos de Puerto Rico, pero no a los de Cuba; al mismo tiempo un novelista como el aristocrático Juan Valera es esclavista, mientras que la Pardo Bazán escribe la primera novela con protagonista femenino republicano y federal (La Tribuna).

17 – Es inexplicable, si olvidamos la presencia de la Modernidad en su doble vertiente de Modernidad admitida y Modernidad combatida, la existencia de un romanticismo tardío en el XIX (Echegaray) como es inexplicable el auge, a mediados del siglo, de una pintura histórica muy bien ejecutada, que vuelve a cantar los valores tradicionales (La rendición de Granada, El Testamento de Isabel la católica, etc.). En una Europa donde las corrientes artísticas iban ya camino del impresionismo, los pintores españoles, como algunos dramaturgos del XVIII, vuelven los ojos al pasado premoderno.
En el siglo XX, la Modernidad llega con la Segunda República de 1931 y con su generación del 27, que habría que llamar con más propiedad generación de la República (Lorca, Cernuda, Azaña, Prados, León Felipe, Américo Castro, etc. y etc.). No hay duda de que los republicanos del 31 intentaron implantar la Modernidad (secularización, progreso y culto a lo nuevo). Pero la Segunda República, como ya había ocurrido con la Primera, va a morir a manos de una sublevación militar. Y la guerra incivil del 36, mírese como se la mire, no es exactamente una guerra del siglo XX, es también una guerra del XIX, en la que se dirimen algunos de los principios constitutivos de la Modernidad. Por esta razón, los cuarenta años que siguieron a la guerra fueron los años de la premodernidad, de la vuelta atrás, del culto a los Reyes Católicos, al tomismo, a los valores "de siempre". Es cierto que los rebeldes vencedores del 36 no lograron producir una cultura premoderna, pero frenaron el avance de la Modernidad persiguiendo, fusilando y exiliando a sus mejores representantes. La secularización fue sustituida, por ejemplo, por la clericalización de la enseñanza. No volvió la Inquisición, pero volvió la censura eclesiástica además de la política.

18 – No voy a opinar sobre la llamada transición política de 1975, pero sí hay que apuntar que esta transición, sin duda democrática, no restableció la República derrocada por una sublevación militar, sino una monarquía según los deseos del último tirano. En la actualidad sobreviven aspectos, por llamarlos así, de la premodernidad: enseñanza religiosa, falta de laicismo, integrismo, etc. Y culturalmente, estas reminiscencias del pasado inspiran más de una obra artística y literaria, amén de gozar de una prensa antimoderna.

La intención de este breve y apresurado repaso sobre las aventuras de la Modernidad en España no tiene otra finalidad que la de instituir un verdadero concepto operatorio que, según me parece, ha de servir para esclarecer las transformaciones de la cultura española a través de varios siglos. No se trata de intentar una nueva historia de las ideas, sino de intentar una historia conceptual, una Begriffsgeschichte, según la terminología alemana de los últimos hermenéuticos, como Kosellec y sobre todo Gadamer.

Creo que el concepto de Modernidad, su aparición, su desarrollo, su aceptación o su rechazo, puede iluminar todas las corrientes culturales de varios siglos de historia española. Y no sólo tomando el concepto de Modernidad en su pura abstracción, sino sobre todo en la conjugación del mismo, en el ejercicio del mismo, a través de los años.

La actitud ante o frente a la Modernidad se dio desde el primer momento y esta actitud medió, cuando no determinó, ideologías políticas, económicas y culturales.