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An. 2. Congr. Bras. Hispanistas Oct. 2002

 

LÍNGUA ESPANHOLA

 

Lexicografía sinonímica española y sinonimia

 

 

María Luisa Regueiro Rodríguez

Universidad Complutense (Madrid)

 

 

Introducción

La sinonimia ha sido, y sigue siendo, objeto de polémica. Lingüistas y lexicógrafos, entre los que no faltan, paradójicamente, los propios autores de diccionarios de sinónimos, la niegan.Creemos que, mientras se mantenga la negación de la sinonimia lingüística, ignoraremos sus posibilidades en el estudio del léxico1. Sin afán de exhaustividad, abordaremos la cuestión en dos etapas:

1. Breve caracterización afirmativa de los sinónimos, confirmación de la sinonimia
2. Brevísima historia de la lexicografía sinonímica, -mucho más antigua de lo que se piensa-, que ha inspirado los argumentos de negación de lingüistas y semantistas.

 

1. Confirmación de la sinonimia

La consideración afirmativa, coherente y sistemática de la sinonimia lingüística tiene en Gregorio Salvador, en Sí hay sinónimos, al más claro exponente. La sinonimia está en la conciencia del hablante y sobre todo del que escribe2; en las diferentes lenguas funcionales. Es la relación lingüística, paradigmático/asociativa, entre signos diferentes en su significante, pero que comparten, en su totalidad, el significado léxico. Es relación de identidad semántica entre dos o más lexemas que cuentan con idénticos semas en un semema común:

 

 

Por ej., acaramelar y caramelizar3 son sinónimos porque comparten todos sus semas ("bañar+ de azúcar en punto de caramelo"); y pueden ser conmutados en todos los contextos posibles, sin que dicha conmutación afecte al significado lingüístico4. Encontramos sinonimia entre palabras (comenzar, iniciar); entre una palabra y una expresión sintagmática (acaso, tal vez), o entre dos sintagmas (renegar de, abjurar de). También entre dos términos monosémicos, o entre alguna de las acepciones de términos polisémicos; por ej., ábaco, en su 3ª acepción (DRAE), es sinónimo de nomograma5; abad, en su 8ª acepción, lo es de abadejo, el insecto coleóptero. Las acepciones en sinonimia, figuradas o rectas: Bautizar, en sentido recto, sinónimo de cristianar ("administrar el sacramento del bautismo", DRAE), cuenta con otras sinonimias para sus acepciones figuradas: nombrar, denominar, poner nombre, en la de "poner nombre a una cosa"; llamar, rebautizar, tildar, figurado e informal, "dar a una persona o cosa otro nombre del que le corresponde".

La sinonimia se da incluso en donde menos cabría esperar, en los lenguajes nomenclator de la ciencia: se conmutan en contextos médicos, sin cambio de significado, abarognosia o abarognosis; abaxil o abaxial; etc. Con ejemplos más cercanos: aguda/llana/esdrújula y oxítona/paroxítona/proparoxítona, respectivamente; a su vez, llana es sinónima de grave.6 Puede emplearse una u otra forma de cada serie, dependiendo de la preferencia o de la cultura, pero grave, llana y paroxítona significan exactamente lo mismo. En las funciones del lenguaje, tal vez por las variantes de traducción, tenemos un verdadero alarde sinonímico. La fática de Jakobson, se denomina de contacto; la kundgabe de Bühler, función expresiva, emotiva, sintomática y de manifestación; la Auslösung como representativa, referencial, simbólica, denotativa, informativa, cognoscitiva, declarativa y de comunicación; la estética alterna con poética; la apelativa con conativa.

El factor geográfico no destruye sinonimias, como pretendía Berruto; por el contrario, determina una amplia gama de geosinónimos: sinónimos del diasistema que comparten el mismo significado, independientemente del área geográfica de uso que les corresponda. El hablante de cualquier región peninsular o americana utiliza indistintamente dos o tres sinónimos de la serie de cerdo, puerco, cochino, guarro, marrano, gocho, tocino, chancho, etc. La geografía lingüística confirma que, en la vasta extensión del español, es abundante la sinonimia en la designación de plantas y animales; ej.: el mismo pajarillo recibe en España, según la zona, los nombres: aguzanieves- nevatilla-pizpita-pajarita de las nieves. Son "sinónimos que corresponden a áreas geográficas bien delimitadas y que raramente coexisten en el uso de un mismo lugar. Es decir, donde la lavanda se llama espliego no se llama alhucema y donde se llama alhucema no se llama espliego (Salvador). Sinónimos que en determinadas regiones son desusados, pueden ser, en otras, actuales: liviano, con el significado de ligero; o pollera, en el Río de la Plata, sinónimo de falda, son propias del Siglo de Oro y olvidadas en España.

Las diferencias de estilo, de uso, de variantes diafásicas o diastráticas no invalidan la sinonimia, porque ésta se sitúa en el plano del código. Las series sinonímicas pueden contar con términos de uso culto, popular, más o menos afectivo, más o menos expresivo, eufemístico, etc., diferencias que no afectan al significado común. La situación comunicativa y la competencia del emisor hacen que seleccione de una serie sinonímica del sistema, sinónimos estilísticos, eufemísticos (tocador/ servicio por retrete), jocosos, festivos o burlescos (alcornoque por inhábil), despectivos (animal, por tonto), etc. Los situacionales pueden ser contextuales (muy formales, formales, familiares o informales); de registro (cultos, populares). La serie de cárcel contiene presidio, prisión, penitenciaría, penal; chirona, caponera, gayola, y muchos más, algunos de informalidad extrema, o decididamente vulgares. Un sinónimo puede ser más adecuado a un dominio específico, frente al de uso general: literarios (albor frente a blancura); técnico-científicos (litosfera/ corteza terrestre); y todos siguen siendo sinónimos. Como dice Salvador, si existen significantes que corresponden en todos los casos al mismo significado lingüístico, es que existen sinónimos en la lengua funcional. Así, por ejemplo, veamos la primera acepción del artículo adversario, tal como lo presenta María Moliner, que en su Diccionario de Uso incluye un verdadero sistema sinonímico: [adversario, -a: 1. "* Contendiente. Contrario. Enemigo"]. Es probable que el lexicón de un hablante común sólo incluya enemigo y contrario; pero no contendiente, más literario; pero el periodista deportivo que transmite un partido, para evitar el hastío de sus oyentes, buscará todos los sinónimos posibles y hablará de los "colosos en la contienda", los "contendientes", etc. En uno y otro mensaje, contendiente, enemigo y adversario significarán igualmente "personas que luchan entre sí". Las solidaridades lexemáticas (léxicas y semánticas) pueden determinar e incluir sinónimos. Los adjetivos garzo y zarco sonsinónimos implicados que con su significado de 'azul claro' sólo se pueden aplicar a los ojos. Tan exclusivo emparejamiento ha dado lugar a los compuestos ojigarzo y ojizarco", sinónimos también. Un ejemplo de solidaridad de implicación: aquilina y su sinónimo más popular aguileña, son adjetivos implicados con nariz, pero que, por extensión, pueden aplicarse también a rostro o a perfil.

 

2. Breve historia de una contradicción: la lexicografía sinonímica que niega la sinonimia

A pesar de todos estos argumentos afirmativos de la sinonimia y de otros muchos que no es posible presentar aquí, la negación es la constante y su origen debe buscarse en la lexicografía sinonímica, cuyo origen se sitúa en la Francia Ilustrada del siglo XVIII, con La justesse de la langue française (1718), del Abad Girard. Sin embargo, el estudio pormenorizado de esta historia, en relación con las teorías sobre la sinonimia, revela que ambas comienzan mucho antes, y que las segundas proceden de la primera.

A) En realidad, la historia de la sinonimia se inicia en la Antigüedad Clásica en la Retórica, como un recurso de la elocutio, y como copia verborum en la mente del orador. En la que podríamos llamar historia "oficial" de la sinonimia, expuesta en la Enciclopedia francesa, Cicerón y de Varrón aparecen como precursores; pero, mucho antes, Aristóteles definió los sinónimos como"palabras distintas que tienen la misma o casi la misma significación" (ARISTÓTELES, P. 2, 1404.) En la Retórica no hay negación de la sinonimia lingüística, sino afirmación de la estilística; aunque con el afán de "distinción de las diferencias entre sinónimos", que impregnará las reflexiones posteriores sobre el tema. En el Medioevo, San Isidoro, con sus Soliloquios, otorga a la sinonimia un valor ascético y retórico: la repetición de sinónimos y expresiones afines facilita la introspección que descubre el dolor de los propios pecados. Y es también San Isidoro, en territorio español, quien inaugura la lexicografía sinonímica, con la catalogación de sinónimos en sus Differentiae verborum et Differentiae rerum, escritos hacia el 610. Desde el título, la sinonimia se asocia a distinción semántica, a "diferencias".

El Humanismo Renacentista considera la sinonimia como recurso para la elegancia del estilo. Coincidiendo con un momento de esplendor de la lexicografía general en España, se publica en Sevilla, en 1491, De synonymis elegantibus de Alfonso Fernández de Palencia, escrito un año antes, el primer "diccionario de sinónimos" impreso del territorio español, y, según creemos, de toda Europa. Redactado en latín, supone, por su extensión (188 folios, 1.500 vocablos catalogados) y contenido una novedad, imitada por los europeos Esteban Flisco (Libro de los sinónimos, Venecia, 1494) o Pelegronio (Synonimorun Sylva, Burgos, 1555), a los que sí se menciona en la historia oficial de la sinonimia. De synonymis elegantibus está en la Biblioteca Nacional de Madrid, sin que nadie haya sospechado que se trataba de un catálogo lexicográfico sinonímico. La lexicografía sinonímica no es totalmente nueva en el XVIII, cuando publica su obra el abad Girard; pero los historiadores de la lexicografía sinonímica han reiterado el "tópico" de la total dependencia española respecto del modelo galo. Puede resultar justo al revés: que las obras isidorianas y de Alfonso de Palencia fueran la verdadera inspiración de Girard. En los siglos XV y XVI en Europa, las obras isidorianas sobre sinonimia son editados y reeditados, antes fuera de España que en la tierra de origen. Los Soliloquios registran, desde 1470 hasta 1570, unas catorce impresiones (seis en Alemania, otras tantas en Italia y dos sin localización), lo que para la época es un número muy importante. Las Differentiae se imprimen en París, en 1580, dentro de las Obras Completas. San Isidoro no fue impreso en España hasta que Felipe II patrocina la edición de Operum Divi Isidori Hispal. Episcopi, entre 1579 y 1599.

En el siglo XVII, al igual que en la lexicografía general, España, que había sido una potencia lexicográfica con las Nebrija o Covarrubias, pierde terreno en la sinonímica frente a las obras de carácter práctico de autores del resto de Europa: la Gramática de Oudin (1597), la Gramática Spagnuola ed Italiana de Franciosini (1638), y el Tratado de los sinónimos de Doergangk (1614) reflejan la creciente preocupación por el léxico en las primeras obras destinadas a estudiantes de lenguas vulgares, frente a la pérdida de la hegemonía del latín.

B) La segunda etapa en la historia de la lexicografía sinonímica, (para la mayoría de los críticos, insistimos, es la primera), se inicia con la Justesse de la langue française del Abad Girard en 1718, piedra fundacional del planteamiento teórico de la sinonimia y, al mismo tiempo, el primer "diccionario" de sinónimos de una lengua moderna. El sendero de la lexicografía y de la teoría sinonímicas "modernas" avanzan, desde aquí, indisolublemente unidos, con los mismos principios enunciados por el Abad Girard, refrendados por la Enciclopedia, e imitados por españoles y europeos; a saber: a) La negación de los "verdaderos sinónimos" (aunque catalogan, a juzgar por los títulos, sinónimos, niegan su existencia); b) El afán de precisión idiomática, entendida como la correspondencia perfecta y exclusiva entre signo e idea; c) La necesidad de distinción de los significados de los sinónimos; d) La argumentación de esta necesidad con la ejemplificación con falsos sinónimos.

Con estos principios, se publican en España el Ensayo de los sinónimos de Manuel Dendo y Ávila (Madrid, 1757); y el Examen de la posibilidad de fixar la significación de los sinónimos de la lengua castellana de José López De la Huerta (Viena, 1789). Los autores no son lingüistas ni menos aún lexicógrafos profesionales: la limitación de Dendo (que cataloga sólo catorce pares de falsos sinónimos) contrasta con la fina percepción lingüística de De La Huerta, altamente valorada por sus continuadores mediatos e inmediatos. Trabajan de espaldas a la labor de la Real Academia Española, que por entonces ofrece el Diccionario de Autoridades. Tras este magno esfuerzo, España cede su antigua preeminencia lexicográfica a otros países, Francia a la cabeza, con sus proyectos enciclopédicos. La sinonimia es una de los temas de interés ilustrado, sobre todo en relación con otros: el origen del lenguaje, la relación entre pensamiento y lenguaje, entre signo e idea, y el ideal de precisión idiomática. Se plantea un intenso debate en torno a la riqueza de los idiomas, que para unos -los menos- consiste en el mayor número de voces para una misma idea; mientras que para los sinonimistas reside en la precisión entendida como relación unívoca signo-idea. Proyectos7 y obras sobre sinónimos suscitaron una encendida polémica, posible por el desarrollo de la actividad periodística y editorial. Múltiples reediciones aseguran la continuidad de principios y de creencias en torno al tema. La obra de De La Huerta tuvo diez ediciones, en distintos formatos, hasta bien entrado el siglo XIX.

Los repertorios de lexicografía sinonímica española del XVIII y del XIX responden al modelo explicativo: los términos son comentados en relación con sus distinciones semánticas; lo que determinan que el corpus sea restringido, aunque se fue incrementando progresiva y sensiblemente. En la lexicografía de sinónimos del XIX, la tradición se perpetúa en las compilaciones de obras anteriores: Jonama (Madrid, 1806) incluye los sinónimos de De La Huerta y de Cienfuegos; y también lo hace el Conde de La Cortina (México, 1845), inspirados en otra compilación francesa anterior, el Dictionnaire Universel des Synonymes de la Langue Française contenant les synonymes de Girard, (París, 1818). El intento de fundamentación teórica representado por Jonama en su Ensayo sobre la distinción de sinónimos de la lengua castellana (1806) reitera prejuicios: negación de la sinonimia (hasta proclama que son contrarios a la riqueza de la lengua), y distinción semántica, anunciada desde el título. En su extenso prólogo, pretende definir una teoría metafísica del lenguaje sobre sinonimia que, en conjunto, es exposición de los principios ilustrados: considera fundamental para la precisión la distinción de sinónimos, ya que éstos impiden la propiedad, son el origen de la confusión y de los malos raciocinios, y, en definitiva, se constituyen en el mayor defecto del idioma. Con estas premisas, su corpus, como ocurrirá en la lexicografía posterior, incluye falsos sinónimos, hipónimos, hiperónimos, palabras semánticamente afines, y muy aislados ejemplos de sinónimos. En la segunda mitad del S. XIX, la lexicografía sinonímica se integra a la corriente de la "lexicografía comercial". Los repertorios sinonímicos se multiplican: después de los Sinónimos de la lengua castellana (1834), de March, se consolida el modelo "diccionario", asociado al ordenamiento alfabético y representado por primera vez por Pedro María de Olive y Santos López Pelegrín (Diccionario de sinónimos de la lengua castellana, 18438) y por el Conde de La Cortina (Diccionario de sinónimos castellanos, 1845). La sinonimia despierta, tardíamente, el interés de la RAE, quien encarga a José Joaquín de Mora (1855), la obra que prologará el académico Hartzenbusch. Dicho prólogo es la primera historia de la sinonimia española, y lo que es una excepción, acepta la existencia de la sinonimia y la coincidencia de significados de dos signos distintos, por evolución etimologógica, como origen de la misma. El último diccionario de sinónimos dieciochesco es el de Roque Barcia, publicado póstumamente en 1864 como Filosofía de la lengua española. Sinónimos castellanos: criterios etimológicos pero renovada distinción semántica de falsos sinónimos. El nacimiento de la lingüística científica y de la semántica, en la segunda mitad del siglo XIX consolida creencias pasadas. La ley de repartición del significado de Brêal (1884), sostiene que, cada vez que se produce sinonimia en una lengua, las voces implicadas en ella tienden a repartir su contenido y acaban por diferenciarse semánticamente... La sinonimia sería, pues, un accidente, una coincidencia pasajera a la que la ley pone remedio, inexorablemente.

C) En La tercera etapa de la Lexicografía sinonímica española, que se inicia a fines del siglo XIX y se prolonga hasta nuestros días, el diccionario de sinónimos es un producto editorial muy rentable, a juzgar por las muchas reimpresiones y falsas reediciones de equipos anónimos. La excepción es Gili Gaya, sin duda autor del mejor diccionario de sinónimos españoles (Diccionario de sinónimos, Barcelona, 1958) quien aprovecha la tradición lexicográfica, pero con honradez, cita fuentes, y combina criterios y procedimientos de diccionarios explicativos con los de repertorios acumulativos. El predominio de los acumulativos, sin explicaciones ni referencias semánticas que faciliten su aplicación en el uso (ej., Sáinz de Robles), se confunde con los repertorios de palabras afines (Corripio). Nuevos modelos lexicográficos como el Diccionario de uso de María Moliner o el Diccionario ideológico de Julio Casares conceden especial atención a los sinónimos, por lo que muchas veces el lector confunde con diccionarios de sinónimos.

 

A modo de conclusión

La Lingüística del siglo XX, a pesar de su extraordinario desarrollo, consolida la negación de la sinonimia, desde las distintas corrientes: extraña unanimidad, propia de una creencia. Niegan la sinonimia, entre otros, los distribucionalistas Bloomfield, Hockett, los estructuralistas Pottier, Coseriu; los semantistas Arens o Palmer. La sinonimia se estudia hoy en otros campos, como la semántica lógico-formal, o la semántica referencial, base de la Lingüística del Texto; aunque sin abandonar los viejos arquetipos: se afirma la sinonimia en el discurso, no en el sistema. Las afirmaciones son escasas: Duchacek y Ullmann, en las lenguas francesa y alemana respectivamente; y sólo G. Salvador, en español. Duchacek afirma que, según su significación y su formación, los sinónimos son tan variados que permiten determinar una amplia tipología. La negación reside, para dicho autor, en la insuficiente consideración del contenido semántico y en la confusión entre género y especie que caracterizan a los diccionarios de sinónimos: es la formulación primera de la dependencia entre teoría sobre sinonimia y lexicografía sinonímica. Ullmann admite la existencia de sinónimos pero advierte que son poco frecuentes, aunque se da en los lenguajes técnicos, que es donde menos cabría esperarla. Todavía no ha surgido en el panorama lexicográfico español el diccionario de sinónimos que se fundamente en un replanteamiento de la sinonimia. Aceptar y explicar la realidad lingüística de la sinonimia desde su afirmación, no desde su negación, contribuiría -creemos- sensiblemente a mejores resultados de la tarea. Como hemos dicho al principio, la historia de la sinonimia parece estar todavía a merced de su catalogación lexicográfica y de un peso excesivo de la tradición, por lo que un primer paso para superar estas limitaciones es desvelar peligrosas creencias, a fin de no caer en las contradicciones del pasado. ¿No es acaso una paradoja catalogar algo que consideramos inexistente? ¿No es contradictorio, además, que, por siglos, nos consideráramos deudores de una tradición que limita la comprensión objetiva y real del tema?

 

Bibliografía

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SALVADOR, Gregorio- Semántica y Lexicología del Español. Estudios y lecciones. Madrid, Paraninfo. 1985.

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VIÑAZA, CONDE DE LA: Biblioteca histórica de la filología castellana. Madrid, 1893.

 

Repertorios lexicográficos sinonímicos

ÁLVAREZ DE CIENFUEGOS, Nicasio: Sinónimos Castellanos. Madrid, 1830.

BARCIA, Roque: Gran diccionario de sinónimos castellanos, 3a. ed de Sinónimos castellanos, ampliada con los sinónimos de Cienfuegos, March, Huerta, C. de la Cortina, Mora, Jonama y otros, seleccionados por Barcia, y adicionada con un extenso índice de referencias y un prólogo de A. Herrero Mayor, Buenos Aires, 1939, 647 pp. [Varias ediciones argentinas posteriores. La 1a. ed. española, sin las ampliaciones, fue de Madrid, 1864, seguida de una segunda, 1870, y de una póstuma, 1890. Estas tres se hallan descritas por Viñaza, quien emite un juicio crítico muy desfavorable para el autor.](H.S.)

- Sinónimos castellanos. Ed. corregida y aumentada. Madrid. José Ma. Faquinete. 1890. (XII + 488 pp. , 22 cms)

- Sinónimos castellanos. Edición póstuma, corregida y considerablemente aumentada por su autor. Madrid, 1890. José Ma. Faquineto, editor. Ricardo Alvarez, impresor.

CORRIPIO, Fernando: - Gran diccionario de sinónimos. Bruguera. Barcelona, 1979, (1128 pp., 21 cms.) Ed. especial.

CORTINA, J.G. DE LA: Diccionario de sinónimos castellanos, México, 1845. XXXI, 205 pp. - Suplemento, México, 1849, 22 pp. (Con apéndice e índice alfabético)

DENDO Y AVILA, Manuel: Ensayo de los sinónimos, Madrid, [1737]. [En la portada: 1736. - V. X. Mercurio de España, 1800, I-II, febrero-mayo. "Es el primer libro especial sobre sinónimos castellanos". Viñaza, número 1085, col. 1720-1721] (H.S.)

GILI GAYA, S.: Diccionario de sinónimos. 1a. ed., Spes Bibliograf., Barcelona, 1958, ( XVI +344 pp., 20,5 cms). 2a. ed. Vox, 1961; 3a. ed., 1965; 3a. ed., Corregida y aumentada, 1968 ( XVI + 357 p. 20 cm).

JONAMA, D. S. : Ensayo sobre la distinción de los sinónimos de la lengua castellana, Madrid, 1806, XXIII, 192 pp.

LÓPEZ DE LA HUERTA, José: Examen de la posibilidad de fixar la significación de los sinónimos de la lengua castellana, 1a. ed., Viena, 1789. 2ª, Madrid, 1799,( XIV, 246 pp.); 3a., Valencia, 1807, 2 vols., aumentada y corregida por Josef Esteban y hermanos.

MARCH Y LABORES, JOSÉ: Sinónimos de la lengua castellana, adición a las obras publicadas por J. López de la Huerta y Santiago Jonama, Barcelona, 1834, (179 pp.)

MONROY OCAMPO, BENJAMIN: Sinónimos castellanos y voces de sentido análogo, Madrid, 1911,( XLV, 411 pp.)

OLIVÉ, Pedro María de [y LÓPEZ PELEGRÍN, Santos], Diccionario de sinónimos, Madrid, 1842, y varias edics. posteriores.

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SÁINZ DE ROBLES, Federico Carlos: Ensayo de un diccionario español de sinónimos y antónimos, Madrid, 1946, 1899 pp. (Aguilar).

- Ensayo de un diccionario español de sinónimos y antónimos. 2a. ed. corr. y aum., Madrid, 1951, 1.148 pp.; 4a. ed. Aguilar, Madrid, 1959, 1148 pp., 24,5 cms.; 5a. ed., 1963; 6a. ed., 1965; 7a. ed., 1966; 8a. ed., 1967; 1a. reimpr. de la 8a. ed., 1969; 2a. reimpr. de la 8a., ed. 1971; 3a. reimpr. de la 8a. ed. 1973.

- Diccionario español de sinónimos y antónimos. Es la 7ª reimpr. de la 8a. ed., Aguilar, Madrid, 1978, (1148 pp., 25 cms); 4a. reimp. de la 8a. ed., 1978; 7a. reimpr. de la 8a. ed. 1978; 8a. ed., 8a. reimp. Aguilar, Madrid, 1979. 10a reimpr. de la 8a. ed. 1983; 11a., 1986. Últ. Reimpr.: 1993.

SANTAMARÍA, Andrés: Diccionario de sinónimos, antónimos e ideas afines. Ramón Sopena. Barcelona, 1969; (507 pp., 18,5 cms. ) Otras ediciones: 1975, 1980, 1988, (430 pp., 14 x 14 cms.)

ZAINQUI, José Ma.: -Diccionario moderno de sinónimos y contrarios. Barcelona, 1984. De Vecchi

- Diccionario razonado de sinónimos y contrarios. La palabra justa en el momento justo. De Vecchi. Barcelona, 1973, (1073 pp. ,24,5 cms); 3ª ed., 1979, (1073 pp., 21 cms). Otras edics.: 1984, 1985.

- Diccionario razonado de sinónimos y contrarios. Nueva edición actualizada. *Para encontrar con rapidez y elegir siempre la palabra apropiada y eficaz. Barcelona, 1997. Ed. De Vecchi.

 

 

1 La presente comunicación presenta algunos de los resultados de la investigación realizada bajo la dirección del Dr. Gregorio Salvador, en la Universidad Complutense de Madrid, para la elaboración de un diccionario de sinónimos fundado en la afirmación de la sinonimia lingüística.
2 "…necesidad sentida por el escritor o en todo aquel que escribe, como un recurso imprescindible para evitar la repetición cercana de un mismo término. Aunque este temor a repetirse, no es exclusiva del lenguaje literario: también la siente "el humilde hablante". (SALVADOR, 1985, pp. 51-66)
3 Como la paronimia o la homonimia, que sí se admiten sin retaceos.
4 "...si hay ejemplos de vocablos absolutamente intercambiables en cualquier contexto, sin modificar el contenido denotativo, entonces es que sí hay sinónimos y el axioma contrario quedará anulado por la propia evidencia de los hechos." (SALVADOR, 1985, p. 56)
5 "Representación gráfica que permite realizar con rapidez cálculos numéricos aproximados" (DRAE, 2001).
6 Lenguas romances, neolatinas, románicas; palatales y velares son eemplos de sinonimia
7 La historia de la lexicografía sinonímica es, en buena medida también, la de proyectos inconclusos. Tomás de Iriarte elabora un proyecto que no llega a realizarse, aunque aporte interesantes reflexiones en relación con la sinonimia; entre ellas, la afirmación de su existencia. Igualmente Antonio de Capmany elaboró un Plan alfabético de un Diccionario de sinónimos castellanos, que quedó también en mero proyecto.
8 Publicado dentro de un ambicioso pero frustrado proyecto de lexicografía comercial, el Panléxico, que es el mejor exponente de la nueva etapa, caracterizada por el afán enciclopédico; por su oposición crítica a la labor de la RAE, a la que se acusa por el "limitado caudal" de su Diccionario; y por el objetivo prioritario de amplia comercialización.