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An. 2. Congr. Bras. Hispanistas Oct. 2002

 

Cervantes y el Quijote en la narrativa de Paul Auster

 

 

Eduardo Urbina

Texas A&M University

 

 

La cuestión es la historia misma, y si
significa algo o no significa nada
no es la historia quien ha de decirlo.
Ciudad de cristal

Paul Auster, novelista norteamericano nacido en 1947, cuya carrera de poeta, traductor, editor y ensayista se remonta a unas reseñas cinematográficas publicadas en 1968 en el Columbia Daily Spectator, irrumpe en el mundo literario como narrador durante la última mitad de la década de los 80 y alcanza un éxito y notoriedad inmediatos con la publicación de su Trilogía de Nueva York (1985-1986), la cual incluye Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada.1 En el breve tiempo transcurrido desde entonces Auster se ha convertido en una de los novelistas contemporáneos de mayor prestigio y estimada reputación (Kreutzer; Springer).2 Así lo atestigua el interés crítico internacional despertado por sus obras, principalmente en Europa, y la creciente aparición en los últimos diez años de ensayos y estudios monográficos dedicados a explorar los diferentes temas y significación de sus obras; desde su autobiografismo a su epistemología, con cierto énfasis definitorio posmodernista en los juegos metaficcionales, la intertextualidad y la exploración de los límites y fronteras entre la realidad y el lenguaje (Barone; Drenttel; Herzogenrath; Nikolic; Rubenstein y Shiloh).

Los temas y preocupaciones que forman parte del mundo novelístico de Auster quedan enunciados claramente en los títulos de sus obras: la soledad, el hambre, el azar, el abandono y la desintegración del individuo (Springer; Varvogli). De por sí, ninguno de ellos apunta hacia una relación o afinidad inmediata con Cervantes. De hecho, tanto por su formación académica en Columbia University como por sus intereses intelectuales y andanzas personales posteriores, el mundo literario de Auster es uno radicado en Francia y en autores como Beckett, Kafka, Céline y Proust. Y sin embargo, lo cierto es que el mismo Auster ha escrito y declarado en más de una ocasión la importancia del Quijote como obra seminal en su formación narrativa. Así, lo reconoce como ''a great source'' en El arte del hambre (1992), mientras que una reciente entrevista ha afirmado que ''one book that I keep going back to and keep thinking about it's Don Quixote. That's the one, for me. It seems to present every problem every novelist has ever had to face, and to do it in the most brilliant and human way imaginable'' (Capen).

En esta breve exploración me propongo delinear la presencia e influencia de Cervantes y el Quijote en Auster, en Ciudad de cristal (1985) y El palacio de la luna (1989), confirmada y ampliada en su última novela The Book of Illusions (2002).3 Nuestra lectura se enfoca en particular en la construcción quijotesca de sus personajes obsesionados con y enloquecidos por el poder transformador de la palabra, al tiempo que analizamos cómo la elaboración del mundo ficcional de Auster en torno a la textualidad y la ecuación lectura/escritura renueva cervantinamente la exploración creativa de los límites de la antítesis realidad-ficción (Brink; Cascardi). Nos proponemos mostrar cómo Auster problematiza la intervención de la casualidad y lo fortuito como agentes narrativos en el devenir de las ''aventuras'' posmodernas de sus protagonistas en búsqueda de una verdad y salvación personales (Alford, 2000; Barone).

Una búsqueda bibliográfica en las bases electrónicas de datos más al día (MLA, ABELL, FirstSearch) revela de manera sorprendente, desde mi perspectiva, que entre los cientos de artículos y monografías dedicados a la obra de Auster ninguno de ellos se plantea su relación y patente deuda con el Quijote. Ocasionalmente, uno puede hallar la casi obligatoria referencia crítica a Cervantes a raíz de su mención específica en Ciudad de cristal, en donde aparece la siguiente observación con respecto a la autoría del libro dentro del libro que Cervantes escribió, el que imaginó que estaba escribiendo--y en particular sobre el papel e identidad autorial de Cide Hamete. Según Auster, el Quijote es un libro descubierto por azar y cuya escritura, dada sus pretensiones de verdad e historicidad, encierra un misterio. Considera el Quijote como un ataque a los peligros de la simulación. La teoría que se plantea Auster sobre Cide Hamete, dentro de su ficción antidetectivesca, consiste en adjudicarle una personalidad cuadruple compuesta de Sancho, el cura y el barbero, Sansón Carrasco y el propio Cervantes. Se trata de una empresa autorial colectiva motivada por el deseo de curar la locura del ingenioso hidalgo en la que el texto historiado es uno más, el último de los trucos ficcionales utilizados para enfrentarle a la realidad de su historia. Esta teoría austeriana, que Paul Auster personaje presenta a Daniel Quinn, concluye con un golpe imaginativo final; don Quijote no estaba loco, y fue él mismo quien concibió el cuarteto Benengeli como experimento para poner a prueba, como si de otro Retablo de las maravillas se tratara, añadiría yo, la credulidad de sus lectores y el poder liberador de la ficción (108-111). Independientemente del valor que queramos conceder a la imaginativa teoría adelantada por Auster dentro de su propio experimento narrativo, nos resta apreciar como incitación crítica su válida consideración de la problemática central del Quijote sobre el misterio de su escritura y el énfasis subrayado en la necesidad por parte de Cervantes de inventar una empresa o estrategia autorial que haga posible su existencia como historia, como realidad ficcional, ya que, signifique algo o nada, ''la cuestión es la historia misma.''

Dado nuestro presente interés, no ha de sorprender que hallemos ya en Ciudad de cristal un marcado cervantismo tanto en sus protagonistas como en el carácter y sentido general de la narración (Ciccarello). Daniel Quinn, cuyas iniciales--D.Q.--anuncian su relación con don Quijote, es un individuo solitario, dedicado tan sólo a la escritura como ocupación y escape. Habiendo perdido a su mujer e hijo, y habiendo abandonado su temprano interés por la poesía, su existencia consiste en escribir regularmente novelas de detective bajo seudónimo y en las que de manera predecible su protagonista Max Work da solución a los misteriosos casos que se le presentan. Y sin embargo, la historia cuenta los pasos de su pérdida y obsesiva dedicación, consecuencia de una serie de azarosas ocurrencias que conducen a Quinn/Auster primero a su cambio de identidad, a la confusión existencial y por último a la pérdida misma de su persona en el proceso de llevar a cabo su asignada misión, hasta desembocar en su desaparición final según él mismo relata en la escritura confesional del cuaderno rojo.

Así como asistimos a cambios de identidad, adopción de nuevos papeles, y a la transformación de un juego ficcional en una vivencia real, percibimos también cómo Quinn engendra y manifiesta en su nuevo ser el germen fatal del quijotismo. De inventor real de aventuras detectivescas bajo falso nombre Quinn pasa a ser el propio realizador de un misterio en apariencia real de historias y ficciones ajenas. Tal es el caso que no tarda en verse a sí mismo en términos caballerescos como instrumento de protección y salvación de otros, es decir, como un héroe caballeresco (104) embarcado en la misión de rescatar a su señora y de salvar al joven Peter Stillman. El caso se convierte en aventura, el juego en misión, el azar en causa, y la ficción resultante en realidad vivida. Estos paralelos cervantinos se acentúan durante la parte central de la novela en la que Davin Quinn/Paul Auster da comienzo a la escritura de su historia a fin de descifrar el sentido de las andanzas de su antagonista el padre de Peter Stillman, y hallar una justificación a sus propias acciones. Irónicamente tal decisión marca asimismo el inicio del proceso de su auto-ficcionalización, en el que se da cuenta de su gradual caída en la obsesión y en la locura. Siguiendo la búsqueda de Stillman y la invención de su nuevo lenguaje, Quinn se pierde en la obsesión de sus propias acciones y locura hasta el punto de que la búsqueda de la verdad se convierte en la negación de la realidad; simplemente las palabras en la ficción que vive no concuerdan con la realidad que experimenta (121).

Ciudad de cristal nos presenta una preciosa parodia deconstructivista en la que Auster hace coincidir la seudo-identidad de Henry Dark y su ficción con las iniciales—H.D.—de Humpty Dumpty como indicación irónica de la imposibilidad de reconstruir la rota identidad entre objetos y palabras. Es así que el nuevo DQ (David Quinn)—existiendo de manera doblemente ficcional como el detective Paul Auster—se convierte a su vez en una encarnación de otro personaje cervantino y su locura, el bachiller Sansón Carrasco, cuya misión en la nueva parodia consiste ahora en encontrar, confrontar y devolver a la razón al loco Stillman. Cuando tal aventura y encuentro final quedan frustrados, desaparece al mismo tiempo la posibilidad anticipada de llevar a cabo tanto su misión inicial protectora de detective como su nuevo papel de héroe salvador caballeresco. Quinn desaparece y termina perdiéndose en el mundo crecientemente obsesivo de locuras circulares y repetidas que le rodean en las calles de la ciudad de cristal, en la que ve reflejada y multiplicada su propia obsesividad y locura.

La escritura de ''el libro rojo,'' en un principio simple instrumento de ayuda y memoria se convierte en un fin en sí mismo, en un documento testimonial e histórico en el que va escribiendo su vida, perdiéndose en ella y reconociendo la inexorabilidad de su destino. Ahora, cree, tiene que hacer lo que tiene que hacer, sin remedio o escape. Tanta es la distancia que le separa de su punto de salida y escape, de la ficción inicial, incitado por el azar de una llamada telefónica equivocada, que hasta el propio narrador, de nuevo de manera cervantina, pone en duda la verdad de la historia de Quinn. D.Q. se ha vuelto loco, ha abandonado toda pretensión de juego o representación y cree ahora en la realidad de la ficción que le rodea y domina. Así, y partir de ese momento, aparecen sucesivamente en la novela los elementos temáticos típicos del héroe austeriano: la soledad, el hambre, la obsesión, la locura y el abandono personal.

Cuando el falso detective Paul Auster descubre por fin por boca del ''verdadero'' Paul Auster que Peter Stillman se ha suicidado y que su pérdida no se debe ya a su fracaso sino a la sinrazón de su misión, se ve obligado a reconocer el final de sí mismo y de su ficticia existencia textual. Es éste, sin embargo, el principio de un nuevo misterio, el de la desaparición de David Quinn y la eventual recuperación de su historia, de su aventura personal, tal y como ha quedado recogida en las páginas de su cuaderno rojo hallado en el apartamento vacío de los Stillman por un amigo del Paul Auster autor; el cual resulta ser nada más ni nada menos que el narrador de la historia que acabamos de leer.

No resulta difícil, pues, reconocer y apreciar en Ciudad de cristal personajes, acciones y temas cervantinos característicos de la metaficcionalidad, autconsciencia narrativa y parodia intertextual de géneros que tipifican asimismo la creación del Quijote como obra experimental en torno a la relación entre realidad y ficción, lectura y escritura. Igualmente observamos recreados en Auster, en una clave posmoderna un interés común en la exploración del llamado vértigo ontológico y del valor epistemológico de la realidad textual. Sin duda han de ser estos algunos de ''los problemas del novelista'' que se dan cita en su obra y a los que alude Auster en la entrevista antes citada al hablar del ejemplo de Cervantes.

En El palacio de la luna (1989) Auster renueva con mayor extensión y precisión las raíces paródicas de su ficción (Urbina). Las convenciones narrativas ahora parodiadas y subvertidas son de hecho las de la novela cervantina. A partir de las insistentes referencias a la luna es posible ir descubriendo su conexión con lo lunático, con la locura quijotesca, lo cual da paso a un juego intertextual y simbólico en la narración que apunta claramente hacia Cervantes y el Quijote. Marco Fogg, el protagonista de Auster, se deleita en reconocer que sus iniciales M.S. significan manuscrito, obra escrita, y tal reconocimiento desemboca gradualmente en una aventura y búsqueda con respecto al misterio de su origen y su incierta condición humana. M.S. existe como condicionado por la influencia de su nombre y de la luna, como símbolo de locura. Su historia narrada da comienzo precisamente en 1969 con la llegada de los astronautas a la luna, y las alusiones y referencias a la luna marcan una y otra vez los momentos más significativos de la narración, centrándose en el lugar que da título a la novela, el restaurante Moon Palace que Fogg vislumbra desde su habitación (Alford, 1995; Pesso-Miquel; Springer).

El otro aspecto cervantino de la obra de Auster, quizás de mayor importancia a la hora de establecer una relación con el Quijote, tiene que ver con el papel crucial que los libros y la escritura tienen en el devenir de su protagonista (Varvogli). Fogg demuestra y es víctima de un carácter obsesivo y maniático, tal y como sucede en el caso de David Quinn, así como una constante dependencia de los libros como objetos y materia de autoconocimiento y de la palabra escrita como realidad vital. Mientras que Auster se complace en subrayar el carácter casual de los acontecimientos y la presencia controladora del azar y la suerte en las acciones de Fogg, la narración misma a través del leitmotiv de la luna va dando forma y ofreciendo un nuevo principio de causalidad a sus encuentros y experiencias. Se puede afirmar, pues, que un tanto como lo sucedido a don Quijote en su trayectoria agónica hasta descubrirse vencedor de sí mismo a su regreso a la aldea, Fogg descubre bajo el signo de la luna gradualmente que lo que en principio resultan asaltos, coincidencias y paralelos misteriosos vienen a ser en definitiva los puntos clave que hacen posible, a través de la lectura-escritura, la reordenación y comprensión de su origen y ser. En este sentido, es la palabra escrita, las diversas historias contadas, narradas y leídas por los personajes, lo que ofrece la posibilidad de transformar el azar en causa, y el cambio en constante: ''Causality was no longer the hidden demiurge that ruled the universe . . . change was the only constant'' (62). Como don Quijote en sus últimos momentos, M.S. transforma a través de lecturas y narraciones el azar y lo fortuito—su paródico proceso de victimización—en un orden causal nuevo capaz de dar sentido a su incierta existencia en búsqueda de salvación.

Fogg anhela desde el principio de su salida en busca de sí mismo encontrar en el mundo que le aflige ''some secret harmony . . . some form or pattern that would help me to penetrate myself''(80). Auster descubre con Cervantes que tal armonía, forma o patrón capaz de revelar la verdad de la identidad del ser sólo se halla en la construcción narrativa de la historia, de una historia o historias capaces de hacer frente y reordenar el caos de la experiencia y de la vida. Para Fogg esto ocurre en la combinación de las tres partes, círculos o narraciones que componen su historia; la historia inicial de Fogg como manuscrito, M.S., la historia narrada por el viejo Thomas Effing (la historia del otro Effing, Julian Barber), y la historia escrita de Solomon Barber. Los libros, la palabra escrita, recogen y dan forma y sentido a las coincidencias y azares de existencias individuales. La lectura de los libros del tío Víctor, de los libros de Effing, y los libros de Solomon Barber, por un lado, y las historias primero narradas y luego escritas por Effing, Barber y Fogg van formando en su concatenación y tangencialidad el patrón deseado. Las conexiones anticipadas en la búsqueda e inicial abandono y salida, al tiempo que el azar y la casualidad, dan paso a la causalidad y al descubrimiento de la verdad sobre su ser e identidad

El palacio de la luna constituye para nosotros una versión posmoderna del romance caballeresco en la que un joven héroe libresco y lunático que desconoce la identidad de su padre y la verdad de sus orígenes emprende una búsqueda liberadora en un mundo hostil y caótico dominado por la casualidad y la fortuna. Tanto el carácter obsesivo de Fogg, su literal dependencia de la palabra escrita, de los libros, así como la naturaleza transformativa de su experiencia realizada y hecha historia personal en la narración hacen de El palacio de la luna una parodia quijotesca de primer orden.

Se afirma con frecuencia que el Quijote es un libro sobre el Quijote, y que sus temas principales son la lectura y la escritura, y la relación antitética entre realidad y ficción, entre vida y literatura. Son estas precisamente las coordenadas que más allá de las acciones y lugares particulares de sus obras encierran y marcan la relación paródico-intertextual entre Auster y Cervantes. Alonso Quijano lector engendra en su imaginación y encarna en sus acciones su anticipada Historia, la historia de su locura caballeresca, al tiempo que esa misma Historia y sus personajes lectores, en el proceso mismo de la narración, entran a formar parte de la ficción conocida como El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. En el Quijote, como en El palacio de la luna, se narran, se leen y se escriben una serie de historias imaginadas y reales. Esta estrategia de composición explora creativa y cervantinamente la relación metaficcional entre vida y literatura, entre la realidad y la ilusión, y tipifica el carácter epistemológico y ontológico de la llamada novela autoconsciente tanto en Cervantes como en Auster (Alter).

Aunque la tendencia crítica general con respecto a la obra de Auster se inclina a considerar e interpretar sus obras como evidencia del posmodernismo y ejemplo del nihilismo existencial moderno y urbano, nosotros vemos desde la perspectiva de su declarada y cierta relación con Cervantes, con el ejemplo de Cervantes como novelista y del Quijote como obra seminal, una preocupación constante en sus novelas por elucidar el sentido y papel del lenguaje y de la palabra escrita—narración, historia y novela—en las que se confrontan el deseo a veces aberrante y siempre ilusorio de sus personajes de encontrar un significado personal a un destino aparentemente regido por el azar y el caos. Auster explora paródicamente en sus obras con respecto al Quijote como novela autoconsciente metaficcional la dialéctica conjunción entre la realidad textual y la ficcionalización de la vida. Tanto Ciudad de cristal como El palacio de la luna suponen una afirmación del poder de la palabra escrita, y de la lectura, de ordenar y dar sentido a la locura y existencia ilusoria de sus personajes en un mundo caótico y ante una realidad hostil como única forma de salvación personal.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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1 Me permito señalar que la Trilogía fue traducida inmediatamente al portugués y que la obra de Auster ha sido fruto de varios estudios por parte de Carlos Azevedo: A trilogía de Nova York, trad. Marcelo Dias Almada. São Paulo: Editora Best Seller, Gráfica do Circulo do Livro, 1986.
2 Véanse también: ''Biografía de Paul Auster,'' en Paul Auster, http://webs.sinectis.com.ar/astroboy/ [3 de octubre 2002] y Stillman's Maze, http://www.bluecricket.com/auster/auster.html/ [3 de octubre 2002].
3 Había anticipado incluir aquí algunas observaciones sobre la última novela de Auster, The Book of Illusions que acaba de publicarse el mes pasado, sin embargo, el retraso en su publicación y el tiempo concedido me impiden hacer sino el más sucinto de los comentarios. Se trata de otro protagonista austeriano también llamado David, que sufre asimismo la muerte de su mujer e hijos, abandona su vida y se adentra en el mundo ficcional del cine mudo y en la vida y misteriosa desaparición de uno de sus actores. Escribe primero un libro sobre sus películas y luego, tras una serie de transformaciones, encuentros fortuitos y cambios de identidad, descubre su paradero, su secreto y el misterio de su historia, para con ello perderse en su vida a través de la ficción. Tal búsqueda, misión y aventuras quedan recogidas y escritas en su propia historia como testimonio de su salvación, en el libro irónicamente llamado de las ilusiones. En otra ocasión anticipamos estudiar cómo Auster de nuevo explora cervantinamente los límites y coordenadas de la realidad y la ficción, y el valor del proceso de lectura/escritura en la invención de la historia y la creación del ser narrado.