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An. 2. Congr. Bras. Hispanistas Oct. 2002

 

Las fronteras de la narrativa en ''El Quijote de la Mancha''

 

 

Pablo Andrada

Universidad Federal Fluminense

 

 

En su texto sobre Las Fronteras de la Narrativa, Gérard Genette incursiona sobre una definición positiva de la Narrativa. Esta consistiría en la representación de uno o varios acontecimientos por medio del lenguaje escrito. Pero en su opinión, esta sería una definición simple sobre lo evidente y esta primera idea evolucionaría hasta el reconocimiento de los límites negativos de la narrativa. Con la consideración de los principales juegos de oposición la narrativa se distinguiría de las otras diversas formas no narrativas.

Entramos así en el problema de la frontera que se abre entre la realidad y la ficción, y el de los límites de la ficción como imitación de lo real. En la Teoría de la Imitación la ficción poética sería tomada como simulacro de la realidad, de la misma forma en que el acontecimiento histórico es diferente del discurso del historiador. Pero en la opinión de Genette, en esta teoría no habría distinción entre ficción y representación. Entonces, el mundo real de los personajes sería una representación del mundo real histórico, al tiempo que imitativo. Dentro de éste mundo ficticio existiría una división entre aquello que el personaje vive como parte de su propia historia y aquello que el lector imagina que ocurre alrededor del personaje. Esta sería otra participación del mundo real, puesto que con frecuencia encontramos personas que viven en el mundo que su imaginación crea provocando una fractura entre lo material de la realidad externa y la abstracción del mundo ficticio interno al individuo. Sin duda, un tipo de neurosis bastante corriente en el mundo de hoy.

En El Quijote encontramos que esta frontera se constituye por una oscilante línea divisoria dado que el mundo real surge de la imaginación del personaje. El espíritu tragicómico de don Quijote poco tiene que ver con el mundo mundo histórico, pero sí con el conflicto que se gesta en el choque de la realidad con la ilusión. La realidad se crea encima de la fantasía de los personajes centrales. A lo largo de la novela encontramos a Sancho Panza tratando de ser convencido por don Quijote de que aquello que este último está imaginando corresponde, en verdad, a la realidad. La excepción que confirma esta regla general de la novela aparece en el capítulo de los duques, en donde los roles se cambian y Sancho pretende convencer al Quijote de haber viajado por los aires montados en un caballo alado de madera.

A pesar de ser imitativo, la consistencia del mundo real entra siempre en juego en el mundo ficticio narrado por el autor logrando influenciarlo de alguna forma. Por ejemplo, la la ficción narrada por Cervantes expresa hechos contemporáneos a su época. En el capítulo 59 de su libro, Cervantes se entera de la existencia de otro libro sobre el Quijote de un autor llamado Avellaneda, quien escribe plagiando al primer Quijote, aunque sin la riqueza narrativa de la primera versión. El viejo y delgado personaje de la lanza se enerba, porque quien se enerba, en realidad, es el propio Cervantes. Se genera una crisis de identidad que ataca el corazón del autor y del personaje. –''Quién soy yo, entonces?'', se pregunta el Quijote. Un personaje no se identifica con el otro y arrastrará este conflicto hasta el final del libro. El proceso traumático del personaje central de la novela no es más que el trauma de su autor en su realidad histórica presente a la hora de escribir. Vemos allí, por ejemplo, la pérdida de la noción de la frontera.

El autor escribe sin poder perder de vista lo que le ocurre a su alrededor comprometiendo así lo puramente ficticio de la escritura. Ésto lo expone tanto en sus personajes como en la voz del narrador. A la vuelta de Barcelona, Cervantes pasaría nuevamente por el lugar en el que se habría enterado de la existencia del otro Quijote. Entra allí en el mundo de las documentaciones y los registros, diferente de su mundo anterior en el que no era necesario que se presentase nada para comprobar la existencia del verdadero y único Quijote. El Quijote está ahora en el mundo de la modernidad que ambos rechazaban. El trauma del plagio sería un problema concreto, terrenal, por el cual el Cervantes autor sufriría intensamente sin poder dejar de trasladar este dolor a sus personajes. Influenciado por esta circunstancia se produciría una integración entre el mundo ficticio de la palabra y el mundo real de la materia.

Cuando el Quijote expresa su amor platónico por una mujer ideal representada en el personaje Dulcinea, también vemos el problema de los mundos, pero desde el lado opuesto. Nadie la conoce y los hombres modernos le pedirían alguna y cualquier cosa que certificase que Dulcinea es real. A lo que él con ingenuidad respondería: -''Si yo les digo que es la más hermosa, tienen que creerme''. El Quijote se afirma en la palabra, sustentáculo de lo ficticio y corazón de la creación literaria, campos que Cervantes maneja con total soltura y destreza. Y será en ese mundo en el que vivirá don Quijote hasta los capítulos finales en los que la aproximación a la realidad formaría el preámbulo de su enfermedad, el derrumbamiento de su ilusión y finalmente, la llegada de la muerte.

Carlos Fuentes decía que las dudas que se generarían alrededor de éstos mundos cumplirían una función política, porque entonces podríamos dudar de todo lo que existe. La duda sería un método que nos llevaría a cuestionar todo. En ella, el mundo real y el ficticio se integran y se separarían permanentemente provocando un asombro contínuo sobre la realidad de lo que existe y la de lo que se cuenta. En dónde se encuentra la verdad? Cuál es el mundo real? Cuál es la línea que separa un mundo del otro? En dónde termina el límite de lo narrativo? En dónde está la frontera entre ficción y realidad? Estas podrían ser algunas de las maneras de cuestionar las versiones oficiales de lo que ocurre, la otra cara de la historia que se cuenta, el otro mundo del mundo histórico.

La polémica sobre Mímesis y Diégesis

Con el reconocimiento de los límites negativos de la narrativa y la consideración de los principales juegos de oposición aparece la primera dualidad opositiva: Mímesis y Diégesis. Aristóteles y Platón generarían las primeras discusiones para distinguir a la narrativa de las otras diversas formas no-narrativas. Pero Genette opina que habría una curiosidad en el razonamiento de Platón. Mímesis explicada por este filósofo representaría a la imitación perfecta; y Diégesis, a la imitación imperfecta. Una imitación perfecta nunca sería una imitación en si y la única imitación posible sería la imperfecta. Mimesis y Diégesis serían la misma cosa, o bien Mímesis propiamente, nunca existiría.

Este razonamiento para interpretar a Platón nos parece un tanto binario y poco dialéctico. Estaría equivocado en la raíz, desde donde se inicia el ángulo de la perspectiva. En proyección, el error es mucho mayor, aunque en la cercanía permanezca aparentemente oculto. Copiar una cosa significa que ya existe otra que es la original. Copiar es imitar y una imitación, por perfecta que nos parezca, nunca dejará de ser una imitación. Pero al hablar de Literatura no hablamos de imitación ni de clonaje simultáneo y las característica de lo ficticio se multiplica geométricamente, porque entra en juego la subjetividad. El microuniverso individual del autor se manifiesta como resultado de su contexto socio-histórico, más allá del recorte que se haga del referencial. Roland Barthes diría en su trabajo sobre el fin del autor que éste no existiría sino como resultado de la historia, que es en definitiva quien construye al hombre. Pero pareciera que nada de ésto es tenido en cuenta por Genette. La impresión que da su razonamieno es que los elementos de la ficción aparecen desprovistos de contexto y accesorios.

Si prestamos atención, en el Quijote, por ejemplo, no se muestra mucho la realidad histórica de la economía de España. Al momento de Cervantes escribir Don Quijote de la Mancha la situación de Castilla era bastante buena, había ganado, trigo, comida, a diferencia del resto de España. Es difícil encontrar en la novela problemas sociales. Pero lo que sí hallamos en la segunda parte del libro, en el episodio de los duques, es el mundo de las fiestas, de máscaras, del mundo teatral. Estaría allí el despilfarrar de la nobleza en el tercer casamiento de Felipe II, los cuatro meses de banquete, con vino y teatro. Influenciado por las circunstancias sociales más próximas, es el propio Cervantes quien determina lo que puede y lo que no puede aparecer reflejado en el texto sobre la realidad social. Lo que quiere decir que, por oposición o por identificación, el mundo concreto, externo al mundo real del relato, siempre aparecerá reflejado, aunque esté distorsionado. Existiría, entonces, un lazo permanente e indisociable entre el mundo ficticio del relato y el mundo real histórico

En las novelas del Capitán Cautivo y del Curioso, que son dos novelas dentro de la novela del Quijote, la primera estaría relatada por Ruy Pérez y habla de las batallas moriscas. Es la parte más autobiográfica y probablemente haya sido escrita por Cervantes ya en 1590. Allí se discute sobre el rol de la literatura y sus géneros: la literatura de Caballería y el Romance (romancero). La transición entre ''lo real'' y ''lo ficticio'' se daría por medio de metáforas, de sonetos, que son formas expresivas de la literatura. Uno de ellos habla de muerte, de pérdida; el otro habla de resurrección, y en los dos casos se cuentan hechos históricos, pero con lenguaje poético e figuras literarias. Vemos la oposición entre el relato histórico, con fechas y precisiones, y la visión idealizada del romance. Pero tenemos nuevamente el mundo real y el imaginario integrados.

Sería una imprecisión decir que, en el campo de la Lexis, un discurso sólo puede imitar a otro discurso idéntico. En realidad, el problema no es ese, sino que puramente Lexis no existe nunca al querer comparar un discurso literario. Aquí, la palabra imitar toma un valor propio muy destacado, porque la carga significativa que adquiere es la de comparar y no otra. Si tenemos en consideración que a través de la narración se estaría mimetizando lo ficticio con lo real, entonces, o hablamos de la realidad misma y abandonamos el concepto de imitación o de copia al que nos referíamos anteriormente, cortando de raíz el problema sin resolverlo, o nos internamos en el terreno de las comparaciones partiendo de la idea de que ya existe un discurso cosa con caracteristicas idénticas o semejantes a la que reproducimos en el acto de la narración literaria.

Una curiosidad sobre Don Quijote

Existe una curiosidad sencilla aplicada al Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Se trata de la identificación entre el personaje central de la obra y el autor material del libro. En la primera novela se establece una relación simbiótica entre Cervantes y El Quijote. Esto ocurre a causa de la confusión inicial que se plantea sobre el origen de la narración y que hace que se pierda el sentido de la presencia del autor. Es por esto que no sabemos con precisión si el autor es Cide Hamete, o el traductor, o el propio Cervantes. Esta confusión aumenta a partir del noveno capítulo en que la voz del narrador se mezcla con la voz del traductor leyendo la historia que está traduciendo. Estamos, por lo tanto, ante dos formas diferentes de autores, uno material y otro ficticio, aunque dentro de este último podamos vislumbrar a más de un autor.

Finalmente, y hablando un poco de la historia y la biografía del autor, la falta de informaciones acerca de la vida de Cervantes hace también que esta masa de autores materiales y ficticios crezca y todos se confundan con el protagonista principal de la novela. Es verdad que el Quijote se explicaría como resultado de una combinación de elementos objetivos y subjetivos, sociales, literarios e históricos que constituirían la historia del hombre. En síntesis, el hombre construye su historia y la historia construye al hombre, que es quien daría como resultado el autor del Quijote.

Pero existen otros elementos interesantes de destacar, aunque un poco más subjetivos y de muchísima menor jerarquía por tratarse de componentes externos y superficiales de esta discusión. Me refiero a las características físicas del Quijote que, siendo semejantes a las de Cervantes, alimentarían en el imaginario colectivo de los lectores una cierta identificación entre ambos. Si Cervantes vivo vistiese una armadura, se pusiera una bacía como sombrero y cargase una lanza, podría representar tranquilamente las desventuras del Quijote en su propia realidad. Pero la novela entonces se llamaría El Ingenioso Manco don Quijote de Lepanto. Tal vez siempre haya habido un Quijote en la piel de Cervantes y las características físicas no sean apenas anecdóticas. Pero esto, claro, serían apenas conjeturas.