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An. 2. Congr. Bras. Hispanistas Oct. 2002

 

El desafío dramático del Libro de Rut: análisis temporal y espacial de La mejor espigadera de Tirso de Molina

 

 

Robert J. Oakley

 

 

En los últimos años, el teatro bíblico de Tirso ha venido llamando cada vez más atención de la crítica de la comedia del Siglo de Oro. El Mercedario nos ha legado cinco comedias bíblicas: dos remetidas al Nuevo Testamento y tres al Antiguo. De entre las inspiradas en el Antiguo Testamento, La venganza de Tamar es la que ha despertado mayor interés frente a La mejor espigadera que ha cautivado menos. Hasta cierto punto la temática de estos cinco dramas bíblicos conservados de Tirso explica el olvido al que se relegó a La mejor espigadera. Tanto es lo de más como lo de menos dramatiza la parábola más célebre del Nuevo Testamento: el Hijo Pródigo, famoso pecador. Vida y muerte de Herodes se ocupa, por supuesto, del hombre más malvado del Nuevo Testamento; La mujer que manda en casa nos brinda a Jezabel, la mujer más malvada del Antiguo Testamento; y La venganza de Tamar trata de incesto y violación. No nos es posible averiguar todos los motivos por los que La mejor espigadera nunca llegó a ser uno de los números uno del canon tirsiano; pero una de las razones ha de ser la falta de conflicto en la historia que a Tirso le competía contar; y otra, la bondad de la protagonista, dado que esta pieza trae a las tablas la historia de la mujer más sublime del Antiguo Testamento. Sabemos que, además de su afición por las protagonistas femeninas, otro de los atractivos de Tirso como dramaturgo es su fascinación por los extremos. Lo cierto es, sin embargo, que la sublimidad de Rut no hace un drama; pero dado el evidente deseo de Tirso por dramatizar el Libro de Rut, su tarea iba a ser el hacerlo problemático en las tablas: crear drama donde no lo hay, dado que donde no hay conflicto, no hay drama. La historia de Rut, como la de Tamar o la de Jezabel, es sabidísima. El público de los corrales madrileños de principios del siglo XVII ya anticipaba el éxodo de la familia de Elimelec y Nohemí de Israel rumbo a Moab y la catástrofe que les iba a acaecer en este país extranjero: que todos, menos Nohemí, morirían allí; y luego, con el tiempo, esperaban asistir al regreso de Nohemí acompañada de su nuera Rut a Israel donde ésta encontraría a Bohoz y se casaría con él, así fundando la Casa de David, la línea genealógica que había de conducir al rey David y a Jesucristo. En otras palabras, una vez elegido el tema, Tirso estaba obligado a ofrecer al público lo esperado, lo conocido, pero como tal, el argumento no ofrece una comedia apasionante. Para traer la intriga, hacía falta añadir lo inesperado.

En su artículo pionero de 1950, el hispanista inglés J.C.J. Metford, juzgó a Rut, entre las protagonistas de las comedias bíblicas tirsianas, la menos interesante, si bien reconoció su ''encanto'' en sus primeras escenas; pero esta opinión está basada en la convicción de que el tema principal de La mejor espigadera es la conversión religiosa (METFORD, 1950, p.157). De hecho, La mejor espigadera no es el tipo de comedia que tenía en mente el padre Delgado Varela en su ensayo ''Psicología y teología de la conversión en Tirso''. No obstante, sus palabras se pueden aplicar a la personalidad de la Rut tirsiana penetrada de la gracia divina cuando declara él que ''seremos gigantes en el orden natural con la absoluta desconfianza de nosotros mismos y la plena confianza en Dios. Es entonces cuando damos lugar a que la gracia verifique en nosotros la plenitud de eficacia de que es portadora'' (DELGADO VARELA, 1949, p.353). El padre Delgado habla con convicción. En su sueño pronunciado en voz alta y escuchado por Masalón (I,x), las palabras de Rut suenan con el mismo tono de convicción. El público contaría con que Rut, estando su marido judío asesinado, viajara a Israel, como nos cuenta la historia bíblica. Lo que ignoraba el público de los corrales era cómo todo esto llegó a acaecer. El cronista bíblico por poco se abstiene de ofrecer explicación cualquiera del cómo de estos acontecimientos tan cruciales y significativos para una asistencia de teatro. Seis versos escuetos relatan el exilio de Nohemí en Moab. Los doctos que venían a oír la comedia en el corral y que habían leído al historiador judío del primer siglo de nuestra era, Flavio Josefo, sabían que Moab, según constataba Josefo en sus Antigüedades judías en donde relata la historia de Rut, era un país más próspero que Israel en la época en que transcurrieron estos sucesos. Tirso se apropia y subvierte la causalidad que nos ofrece Josefo, enfatizándola para crear dos espacios teatrales de fuerza notable: la carestía de Israel y la abundancia de Moab. Sin embargo, es para sorprenderse que no sean los venidos a menos los que se marchan de su país, sino aquel que, único en el curso de la acción de esta tragicomedia, ha consegido resistir a la carestía y hasta enriquecerse. Para no mostrar ningún tipo de caridad, Elimelec abandona su patria y su pueblo. Edward Glaser opina que el pecado de Elimelec es la avaricia, siendo ésta la que le lleva a recriminar a sua mujer el haber mostrado caridad a los pobres. Estos dos personajes encarnan la oposición fundamental pietas e impietas (GLASER, 1960, p.204). El juego de contrastes y búsqueda de extremos opuestos también se deja ver en el escenario: sin esperarlo, el espectador queda envuelto en la abundancia y el verdor de Moab. En medio del lugar ameno pastoril tradicional, el príncipe Timbreo se queja de la indiferencia de la princesa Rut. Es de esperar que en este paisaje risueño, Rut y Masalón se enamoren. En el tercer escenario, el de la corte moabita, el ambiente amenazador intensifica la interrogación de Rut y su extraño comportamiento. La melancolía enigmática de Rut se contrapone de forma dramática a las convicciones mundanas de los que la rodean; y a pesar de ello, su carácter inquebrantable le proporciona la fuerza necesaria para persuadir a su padre y así consienta a su casamiento con Masalón. La ira celosa de Timbreo y el mal presentimiento de Nohemí mantienen la tensión dramática.

Así concluye el segundo acto. Diez años después, aparece Timbreo anunciando triunfalmente su venganza; y no obstante, habilmente orquestado por Tirso, no deja de ofrecerle a Rut, enviudada ya, su mano y la corona. Es sólo ahora cuando a principios del tercer acto, Tirso vuelve a retornar a las versiones de Josefo y de la Biblia. Salen al destierro las viudas Orfá y Rut con Nohemí, y exactamente como el Antiguo Testamento nos cuenta, Orfá decide regresar, mientras que Rut se obstina en compartir el destino de su suegra. Ahora Tirso nos muestra las suertes trocadas. Así como el ricacho Elimelec y sus dos hijos se pusieron en camino, despidiéndose de su país, ahora Nohemí, enviudada, regresa a casa, hecha una mendiga. Es más, la que era rica en tiempo de carestía, se halla sin un céntimo en tiempo de prosperidad. El tratamiento de Tirso de la segunda parte, más célebre y mucho más larga, del Libro de Rut, denuncia el seguimiento de la versión de Josefo. Tirso comparte con el historiador judío el punto de vista historiográfico, estructurado e influenciado por los acontecimientos que le afectaron a él directamente, contemporáneo de la gran rebelión judía contra el Imperio Romano, la destrucción de Jerusalén y la Diáspora. No deja de ser también una versión griega de la historia sagrada judía que combina la noción historiográfica griega de la providencia con una cosmovisión teocéntrica. En el relato de Flavio Josefo, la porvidencia de Dios está orientada a hacer justicia: el criterio principal por el cual Dios castiga o recompensa es la virtud; o sea, Dios exalta a los humildes y humilla a los grandes. Sin embargo, el enfoque tirsiano ha de ser más complejo. Por un lado, Tirso era monje y teólogo; pero por otro, poeta dramático que tenía una imaginación creadora que se dejaba llevar por los avatares de la rueda de la fortuna. Véanse los versos más famosos de esta comedia (acto III, escena vi) pronunciados por Rut: ''Espigadera he de ser,/si Princesa hasta aquí he sido'' (DE LOS RIOS, 1946, p.884). El cronista bíblico y el historiador Josefo ilustran esta verdad eterna sin sentir la necesidad de más comentario. No muestran interés ninguno por las circunstancias del regreso de Nohemí a su patria. El interés de Tirso es, en cambio, dramático: crear un espectáculo con acciones y palabras. El pleno significado de los desastres que acaecen a Elimelec y su familia se explican sólo cuando se juxtaponen con el retrato del Rut tirsiano y su extraordinaria vida interior, en la que predomina su extraña melancolía de la que ni la Biblia ni Josefo nos cuenta nada, desde luego, porque no les hacen falta explicaciones psicológicas para las acciones de los protagonistas de los sucesos que relatan.

Glaser nos declara con razón que el vicio que destruye a Elimelec es la avaricia. Nohemí y Rut, en cambio, representan la caridad. A lo largo de su extensa interpolación, Tirso va desarrollando esta oposición fundamental que estructura toda la comedia tirsiana. Dicha oposición podrá, entretanto, hacernos pensar en otras dos oposiciones: riqueza/pobreza; y tristeza/alegría. Por rico y próspero que sea, Elimelec sale de Israel colérico y triste. Rut, a su vez, pero antes de encontrar a los dos hombres que han de desviar su trayectoria, deja claro que para ella también se asocia la riqueza con la tristeza, que ''en los palacios se asienta/debajo del solio real,/y perdonando al sayal,/ vive en artesones de oro.'' (II, viii) Es más, su admirador cortesano, Timbreo, desesperado y sombrío, declara que las flores de los campos le parecen teñidas de oro y que, apasionado, enojado, y usando un lenguaje guerrero, si pudiera, depojaría ''el tesoro/ de este prado, y de su flor/coronas rija mi amor/mientras se pone la de oro.'' (II, viii) Acosada por el rey su padre y Tibreo, simultaneamente, Rut vuelve a relacionar la riqueza con su misteriosa melancolía. Hace entender que Masalón le haya robado una cadena de oro cuando, de hecho, se lo regaló. Rut prepara a su padre sutilmente para la mala noticia de que se ha enamorado de este hombre, extranjero y pobre, diciendo que, al robarle la cadena, Masalón le robó también el alma. Así es que su declaración profética asocia la alegría futura con una pérdida de riqueza material. Ya vimos que al principio del tercer acto, Rut ha de rechazar la riqueza y el poder ofrecido por el victorioso y colérico Timbreo y sale, miserable, con su suegra al destierro. La tristeza de la Rut profetisa se transforma en alegría sólo cuando llega la hora de hacer frente a la pobreza.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

DE LOS RÍOS, Blanca (Org.). Tirso de Molina (Fray Gabriel Téllez). Obras dramáticas completas. Madrid, 3v. V.1., p.839-895, 1946.

DELGADO VARELA, R.P.José (O.M.). Psicología y teología de la conversión en Tirso. In Revista ESTUDIOS, Madrid, p.341-79, 1949.

GLASER, Edward. ‘La mejor espigadera' de Tirso de Molina. Lettres Romanes, Louvain, n.14, p.199-218, 1960.

METFORD,J.C.J. Tirso de Molina's Old Testament Plays. Bulletin of Hispanic Studies, Liverpool, n.27, p.149-163, 1950.