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An. 2. Congr. Bras. Hispanistas Oct. 2002

 

El Poder como simulacro. Una lectura de La fiesta del chivo, M. Vargas Llosa

 

 

Silvia K. López

Universidad de Morón

 

 

La fiesta del chivo es una novela polifónica que se va construyendo desde la alternancia de diferentes voces que realizan la interpretación particular de un hecho histórico: la dictadura de Trujillo en la República Dominicana. La estructura polifónica acentúa la idea de que la realidad es efecto de una percepción variable y fragmentada de hechos determinados, que aparecen teñidos de los particularismos del sujeto que los interpreta. Por lo tanto, la realidad se presenta como una construcción, sea por un individuo o por un grupo colectivo que utiliza como materia al lenguaje. La palabra pone en escena a los hechos y revela la condición de espectáculo del mundo para el mundo.

La novela hace referencia a dos tiempos cronológicos: desde mayo de 1961 hasta fin de ese año (últimos días de Trujillo, su muerte y los sucesos posteriores) y 1996 ( regreso de Urania Cabral a República Dominicana, después de treinta y cinco años de ausencia). Al comienzo de la novela se puede observar una cierta sincronía que organiza al relato destinando un capítulo a los hechos narrados desde 1961 y uno, desde 1996. Pero a medida que avanza el texto y la tensión se incrementa, comienzan a alternarse los dos tiempos en un mismo capítulo. Esta presentación plasma, desde la estructura, la idea de que la interpretación de un mismo hecho varía de acuerdo con el tiempo cronológico y psicológico de su lectura.

Este es un primer aspecto que comienza a desacralizar la idea de la realidad como concepto cerrado y definido. La realidad aparece como una ''lectura'' de un sujeto en su circunstancia particular. El segundo aspecto que refuerza la desacralización de la realidad es la alternancia de voces que se entrecruzan en el texto constituyendo un entramado de múltiples entradas por donde comenzar el camino de la lectura. Así, junto con las referencias temporales, aparece la voz de la historia a través de la mención de hechos objetivos, fácilmente comprobables: la dictadura de Trujillo, la relación inicial y el posterior conflicto con E.E.U.U. y la Iglesia, las marcas geográficas, las fiestas populares en república Dominicana, los personajes históricos que se mencionan como contemporáneos al dictador (Perón, Kennedy, Betancourt, Castro, Figueres), elementos y marcas de la vida cotidiana, actores y actrices del momento, los nombres de algunos de los conspiradores. Estos dos aspectos (tiempo e historia) crean un marco de verosimilitud a partir del cual pueden surgir las otras voces con sus múltiples miradas frente a un mismo hecho : el poder (como concepto general) de Trujillo (en lo particular).

Urania, Trujillo, los conspiradores son los personajes- narradores que desde su parcialidad van presentando los sucesos a lo largo de la novela. Hacia el final se une otro personaje: Balaguer, a quien dedicaremos un espacio aparte por la complejidad de su figura. Junto a estas voces circula un narrador omnisciente que juega con los puntos de vista y se inserta en cada capítulo asumiendo el uso lingüístico y la interpretación de los hechos propios del personaje protagonista. Se mimetiza con él, encarnando él mismo la multiplicidad y mutabilidad de la percepción sobre la realidad. Desde este ejercicio del discurso narrativo, se van desarticulando los hilos que mueven y sostienen al poder como absoluto, y lo descubre como un juego constructivo del lenguaje, como palabra, como sujeto a una lectura, en fin, literatura, ficción.

Las voces narrativas se entrecruzan a modo de cánon, separándose y mezclándose, pero todas coinciden en la reflexión sobre el poder concentrado objetivamente en la figura de Trujillo. Urania, en este presente lejano de la presencia física de Trujillo, puede pensar e interpretar los hechos desde la distancia en el tiempo y desde una mediación histórica, aunque en su discurso se pueden advertir, aún, los sentimientos de odio y rencor por Trujillo, su padre y todo el ámbito que lo rodeaba. Ella fue víctima del exceso de poder del dictador, pero al salir de ese círculo y quedar fuera de la red de poder, puede realizar otras lecturas. Desde su presente espacial y temporalmente distanciado realiza una interpretación que deja al descubierto los resortes en que se sostenía el poder de Trujillo y evidencia una doble realidad: la que se presenta ante Trujillo y la de los otros personajes. Así, ella muestra, desde la ironía de su discurso, la ficcionalidad y el ''espectáculo'' en el sentido teatral del término, que se montaba ante la presencia del jefe: actos oficiales, discursos públicos en festividades, el círculo cercano al jefe, etc.

Trujillo, también, en sus cavilaciones, va mostrando una doble lectura de la realidad y, es en esos pensamientos, cuando deja al descubierto el mundo de máscaras que rodea su poder. Los hechos tienen una doble presentación: en lo privado y en lo público. Su poder se construye desde un discurso autoritario que no deja espacio a la intervención de otras voces. Su palabra adquiere el rasgo de incuestionable y verdadera, y él mismo así lo cree. Por lo tanto, desde su mirada, la realidad no presenta puntos de vista, hay aliados o enemigos a su poder. Trujillo tiene una idea de poder cerrado, no lo entiende como fuerza en circulación, en movimiento que lo haga cambiar de posición. Toda su vida y su discurso muestran un poder reconcentrado y vuelto sobre sí, que, si bien en los primeros tiempos de la dictadura lo posicionan en el centro, en el presente de su relato puede verse el aislamiento y la debilidad de su gobierno. Sin embargo, él no interpreta que el poder, como fuerza activa, está saliéndose de las manos porque hay otras fuerzas en lucha para cambiarlo de situación (E.E.U.U., Iglesia, parte del pueblo). Cree que ha sido traicionado, y con esto volvemos a la dicotomía que encierra las leyes de su pensamiento: traición/fidelidad. Esta incapacidad de entender el poder como juego en construcción, incluso para sí mismo, es lo que lo va a conducir a la muerte porque el mismo poder (como discurso y fuerza en movimiento) está muerto en esa centralidad que él concentra. Su idea sobre el poder está ligado a su pensamiento mítico y arcaico, de ahí que sea sostenido como incuestionable y su palabra, como palabra sagrada, entendida al modo en que se hacía en la Grecia Arcaica, según el estudio de Marcel Detienne (1983), donde se plantea que ésta es una palabra que proviene de un poder superior que la delega a ciertos elegidos que se colocan por encima de los otros hombres. Su palabra, entonces, se torna irrefutable y eficaz, que equivale a decir ''verdadera''. Son el poeta y el adivino del oráculo los elegidos por los dioses para ser los portadores de su palabra. Esta palabra responde a un pensamiento unidireccional y estático, de estructuras fijas y repetitivas como modo de acceder a la comprensión del mundo que los rodea y que construye mitos como un modo de conocimiento. Por lo tanto, esos elegidos son los que detentan el poder en la sociedad a la que pertenecen y que los reconoce como tales.

Siguiendo esta línea, podemos ver que un halo de superioridad indescifrable cubre a Trujillo y lo convierte en un mito viviente, cosa que aumenta su poder por un determinado tiempo en la historia del pueblo dominicano, ya que lo presenta como único e insustituíble guía por designios divinos. Lo curioso es que ese discurso, que construye para los otros, termina creyéndolo él mismo, también, convirtiéndose en víctima de ese pensamiento mágico. La idea del poder, interpretado como proviniente de un ser superior, de carácter indelegable, a menos que el uncido lo traspase a otro elegido, se refuerza por la serie de mitos que rodean a Trujillo y que subrayan ese pensamiento mágico que refuerza su poder. Los mitos de que ''Trujillo nunca suda'', sobre su potencialidad sexual, su omnipresencia, sacralizan su figura y lo fortalecen porque lo ubican por encima de los otros hombres. Sin embargo, él mismo, en sus monólogos interiores desacraliza estas ideas, se ríe de ellas, aunque permite que sean creídas por el pueblo y las deja circular para que su poder no circule.

A esta suerte de pensamiento mágico se le une la serie de rituales a los que Trujillo está sujeto, hasta el punto de creer que, si algo está fuera de su lugar, es un mal augurio. De este modo, lo que en apariencia se ve como la rigurosidad del jefe, en una segunda lectura, se puede observar que él mismo ha caído víctima de ese modo de pensamiento creado para el afuera. Esto crea un doble movimiento: el anquilosamiento del poder y la sacralización de la palabra paralizan el pensamiento y, a su vez, la paralización del pensamiento es lo que mantiene al poder centrado y detenido en el sujeto creador de la estrategia, que, paradójicamente, cae víctima de ella también.

De esta manera, los ritos estrictos, las manías repetitivas de Trujillo confirman la necesidad de tener el control sobre los sucesos como un modo de seguir creyendo en el control sobre las otras cosas. Pero los lectores vemos que cuanto más atado está a esos rituales, más se acerca a su caída porque revelan su pérdida de poder, que se sostiene en una ''realidad-de-ficción'', que se ha tornado endeble y que, si bien, él propició, en lo íntimo también la cree.

Sin embargo, Trujillo es capaz de desentrañar la ficcionalidad del poder de quienes lo rodean porque él sabe que se sostiene en su propio poder, '' el verdadero y absoluto'', por eso muchas veces, juega con eso para mostrarles que el poder es una fuerza variable, sujeta a su designio. Esto es lo que hace, por ejemplo, con Agustín Cabral. Lo des-coloca de su círculo de elegidos, a modo de juego, porque, con respecto a los otros, interpreta al poder como un juego construído desde el discurso, pero sujeto a sus leyes inobjetables y estrictas. Y todos se prestan a ese juego sabiéndose títeres de una fábula a cuyo artífice temen, pero adhieren par recibir esos retazos de poder.

Se sentó en su escritorio, echó un vistazo a la pila de documentos, a la correspondencia, a la agenda del día preparada por el eficiente Parisito. ''La carta ha sido dictada por el Jefe''. Una culebrita se deslizó por su espina dorsal. ¿Era uno de esos teatros que divertían al Generalísimo? ¿En medio de las tensiones con la Iglesia, la confrontación con Estados Unidos y la OEA, tenía ánimo para los disfuerzos que acostumbraba en el pasado, cuando se sentía todopoderoso y sin amenazas? ¿Estaban tiempos para circos? (p.258)

La idea de la realidad unida al poder como una ficción sobrevuela todo el texto y aparece en relación a la palabra como constructora de esa realidad. Trujillo teje un poder social para su familia y su círculo que mana de su poder central y que se hace efectivo desde los discursos públicos y las fiestas populares (palabra y espectáculo). Algunos ejemplos ilustrativos son la ''entronización de Angelita I'', el nombramiento frustrado por la borrachera a su hijo Ramfis, la presentación de su esposa como escritora de prestigio, el saludo popular en el día de las madres a Doña Julia.Su poder irradia y desciende sobre algunos que se sirven de él para tener ''una buena vida'' y que sostienen al poder central por temor y conveniencia. Por eso, cuando desaparece Trujillo, desaparece el poder de estos personajes porque se funda en una ficción. Con la caída del mito, también caen sus personajes.

Así como el círculo tiene conciencia de que el poder que ostentan está regido por la voluntad de ese poder superior y, por lo tanto, está sujeto a modificaciones arbitrarias, desde el relato, se puede observar que Trujillo jamás piensa en la posibilidad de perder el poder porque no lo considera un valor variable y de cambio, a menos que él muera. Su mirada sobre los hechos está focalizada sobre el presupuesto incuestionable de ser el depositario de la verdad y, en consecuencia, de ser el único digno del poder que ostenta. Esta incapacidad de interpretar su propio poder como una construcción, como una puesta en escena que depende de otras fuerzas variables superiores a la propia, esa incapacidad de vivir con la conciencia de estar él también sujeto a un juego, es lo que nos conduce al tercer punto de vista sobre los hechos que la novela presenta: los conspiradores.

Los conspiradores representan al grupo que perteneció en algún momento a las filas del Jefe, participó del mundo espectacular que sostenía la vida del país, pero ya no toleran el enquistamiento de Trujillo en el poder con la serie de abusos. También ellos montan un espectáculo público de fidelidad al régimen y, en privado, revelan su otra percepción de la realidad y sus intenciones. Este grupo, que es el que ejecuta al Jefe, tiene dos momentos claves que pueden descubrirse en la lectura de los hechos : primero, son víctimas de las leyes de poder con las que Trujillo juega e incluso se sirven de ellas con la conciencia y el fin de pertenecer a un círculo ficticio de privilegiados. En segundo momento, cada uno, por motivos particulares, desacraliza al mito y descompone el entramado que lo sostiene y deja al descubierto las leyes de su juego.

Cuando logran romper la sacralidad del mito, comienzan a utilizar su procedimiento de construcción de la realidad (discurso público de adhesión/ discurso privado de conspiración) e intentan desentrañar los resquicios por donde ese poder-discurso-ficción pueda ser desarticulado. Al deconstruir las reglas con que Trujillo construye y sostiene su poder, éste se debilita porque ese poder, que aparecía como infranqueable y cerrado, presenta intersticios por los que se puede ingresar, demostrando que el poder absoluto no existe.

El poder considerado, según las ideas de Foucault, como fuerzas tiende a un movimiento de circulación con leyes variables y perecederas. El desconocimiento de este principio esencial es lo que lleva a la caída a Trujillo que, en su inmovilidad, en la serie de procedimientos inmodificables que cumple, en la repetición, deja al descubierto su juego y permite que otros se sirvan de su propio código para destruírlo, porque cuando el poder se resiste a respetar las leyes de movimiento y circularidad, la consecuencia es un anquilosamiento debilitador y un aumento de las fuerzas en tensión de otros vectores que lo forzarán a salir de la posición del centro.

Sin embargo, hay que señalar que el grupo de los conspiradores tampoco entiende el poder como un juego construído desde el discurso, como una puesta en escena, por eso va directamente al choque contra el poder central, y si bien pueden destruírlo, caen víctimas de su círculo que se niega a abandonar su posición. La linealidad del discurso y el actuar de este grupo deja tan a las claras su rol de opositor al poder que quedan fuera del juego porque se cristalizan bajo el rótulo de ''los asesinos del Jefe''. Tienen la inocencia de los que desconocen el juego al que ingresaron.

Por eso dejé para el final el capítulo que concentra el punto de vista sobre los hechos según Balaguer, apodado el Presidente Pelele, por ser considerado un títere de Trujillo, tanto en el círculo privado como público. Sin embargo, es este personaje el único sobreviviente ileso a todo el proceso que abarca desde mayo de 1961 a finales de ese año. Más aún, resulta fortalecido y posicionado en el espacio del poder vacante. Balaguer interpreta la construcción de su propio poder como un juego discursivo, como una puesta en escena desde la palabra, como una creación ficticia sujeta a la lectura de los otros. Y de esto entiende, no por casualidad él es un escritor.

Washington requeriría algún simulacro constitucional para esta acción, y, en estos momentos, el Presidente de la República representaba la legalidad. Su cargo era decorativo, cierto. Pero muerto Trujillo, se cargaba de realidad. Dependía de su conducta que pasara de mero embeleco, a auténtico Jefe de Estado de la República Dominicana. Tal vez, sin saberlo, desde que nació, en 1906, esperaba ese momento. (p.446)

Desde la opacidad de Presidente atado a los designios del poder central, pasa a ser él mismo el artífice de su nueva realidad y se revela como experto conocedor de las leyes del juego del que participa, con la clara idea de que tiene que buscar aliados, de que tiene que jugar con los puntos de vista sobre la realidad orientando, desde su discurso, la lectura de los hechos con el objetivo de fortalecer su palabra y colocarse como protagonista en la escena.

Cuando se despidió del hijo de Trujillo, bebió un vaso de agua, a sorbitos. Su corazón recuperaba su ritmo. Se jugó la vida, pero la apuesta estaba ganada. ahora, poner en marcha lo acordado. Comenzó a hacerlo en el entierro del Benefactor, en la Iglesia de San Cristóbal. su discurso fúnebre, lleno de conmovedores elogios al Generalísimo, atenuados, sin embargo, por sibilinas alusiones críticas, hizo derramar lágrimas a algunos cortesanos desavisados, desconcertó a otros, levantó las cejas de algunos y dejó a muchos confusos, pero mereció las felicitaciones del cuerpo diplomático. (p.460)

El secreto del éxito de Balaguer está en el juego de máscaras que utiliza y en la plena conciencia de estar construyendo ficciones que se acomodan a las necesidades del otro que lo observa y que es incapaz de desentrañar qué hay más allá de su palabra. Su rasgo más sobresaliente es la adaptación inmediata al cambio y la estrategia del movimiento constante que lo ubica frente a otras fuerzas en tensión con la máscara más conveniente. Su discurso tiene la estructura del entramado de un texto y, como escritor, se sirve del discurso de sus personajes (en eso ha virado el círculo trujillista, en personajes de su fábula) para construir el propio. Así, por ejemplo, utiliza el discurso económico frente a la esposa de Trujillo, el de la venganza y la justicia por mano propia frente a Ramfis, el del servicio a la patria frente a los jefes militares cercanos a Trujillo, el del cambio político con autocrítica del régimen ante la OEA, y en la medida que observa el sentimiento de liberación del tirano que experimenta el pueblo, pasa de calificar de ''asesinos'' a ''ajusticiadores'' a los conspiradores que ejecutaron al dictador. De este modo, también, manipula la lectura que los otros tienen de él. Se apropia de la palabra de los fieles al régimen de Trujillo y se apropia de la palabra de los opositores, y del juego combinatorio surge su poder, bajo la máscara de buscar lo mejor para el país y cuyo resultado puede sintetizarse en el pasaje de su pseudónimo de Presidente Pelele a Presidente Perpetuo.

Balaguer y Chirinos, que comprende y adhiere al juego del primero, son los personajes que circulan por toda la novela, en el circuito del poder, sin caer víctimas de sus redes porque se deslizan en ese espacio con la clara idea de estar ante un juego de fuerzas variables.

 

Nombrar al otro

Los apelativos que aparecen de manera frecuente en el texto permiten, desde una lectura semiótica, descubrir las relaciones entre los personajes y la interpretación de la realidad. Así, ésta se ofrece bajo la máscara de un nombre calificador, sujeto a las variables de la percepción particular, y acentúa la idea de una realidad fragmentada y oscilante, un poder hecho de redes discursivas. Realidad y poder, de ese modo, se convierten en espectáculo para el otro. De este modo, los nombres dados a Trujillo y a su familia en la época de poder están construídos con un barroquismo lingüístico tal que revelan la obsecuencia ante ese poder y el temor que despierta en los que dependen de él. Los nombres indican, literalmente, cómo deben ser leídos y considerados estos personajes, al menos en el ámbito público ( ''El Benefactor'', ''Padre de la Patria Nueva'', en referencia a Trujillo; ''Prestante Dama'', la esposa; ''Excelsa Matrona'', ''progenitora del Benefactor, espejo y símbolo de la madre quisqueyana''; la madre de Trujillo, etc.). Los nombres pre-fabrican una imagen y otorgan un valor social que en lo privado los personajes no poseen, por lo tanto se convierten en parte de una puesta en escena para señalar donde está el poder y cómo acercarse a él.

Los usos anteriores no son propios del lenguaje del pueblo, sino que son creados para que éste los utilice con el fin de reforzarles la mirada que deben tener sobre la realidad y que, desde un lenguaje tan artificial, se vuelve ella misma artificial.

Por otro lado, la sordidez del lenguaje de Trujillo, al nombrar a su familia y a sus colaboradores, contrasta con el barroquismo oficial con que son nombrados esos mismos personajes. En el fuero íntimo de sus pensamientos, revela cómo realmente él ve a a los otros y en todos los casos usa un lenguaje descalificador (''Fantoche'', ''Presidente Pelele'' sobre Balaguer; ''vampiro insaciable'', su esposa; ''payasos de opereta'', ''par de zánganos'', sus hijos; ''esqueletito estúpido'', ''muchachita desabrida'', sobre Urania; sólo por dar unos ejemplos). A través de los nombres y calificativos que da a su círculo, revela que él sabe que todos ellos tienen un prestigio y un poder atado al de él, pero sin el mérito propio, como en apariencia se muestra públicamente. En lo privado, evidencia la carencia de valores que ve en los otros y, con esto, abre el juego de la percepción sobre los personajes. Solamente hay tres personajes a los que no descalifica verbalmente: su madre, Gitleman: al que se refiere como ''gringo leal y desinteresado'' (fue el marine que lo entrenó y auguró su futuro de poder, y aún lo respeta y le es fiel); Johnny Abbes: su mano derecha. Para él no tiene apelativos, lo respeta porque ve en él su propia contracara. Es su alter ego en el ejercicio del poder. Trujillo es el ideólogo y Abbes, su operador más eficaz. Tiene la fidelidad propia del instinto animal que respeta la mano que lo alimenta.

La desvalorización lingüística del otro, valoriza, como contrapartida su imagen y, a su vez, revela lo que todos realmente creen de esos personajes, pero no dicen.

Trujillo puede ver a los otros tal como son, sin la máscara del poder que los encubre. Sin embargo, no puede pensar que haya alguien superior a él, por eso lo tortura el recuerdo de la joven de la Casa Caoba (Urania), porque ella fue testigo de su imperfección, de su falta de ''poder'' en lo sexual, metáfora, en el texto, de la caída del poder social y anticipo de su final.

El tópico de lo fálico, en relación al poder, es otro aspecto que cruza todo el texto. El símbolo de la potencialidad sexual y del control de toda situación en relación al miembro viril, también podría conducir la lectura del poder político de Trujillo. En efecto, la obsesión del jefe por el control de sus esfínteres, que padece de ''incontinencia'', obsesión que se señala e incrementa en la medida que avanza el texto, revela la incontinencia de un poder que está dejando de ser ''contenido'', encerrado. Hay un desborde y una rebelión biológica que anticipa el desborde y la rebelión social.

Si nos detenemos en los conspiradores, vamos a observar que utilizan los nombres que usaron en su pasado trujillista (El Jefe, Benefactor, Generalísimo) y que permanecen como un resabio de la sumisión y reverencia, productos del miedo y la conveniencia, pues todos ellos, directa o indirectamente, han recibido algún beneficio de Trujillo que, por supuesto, debieron pagar. El uso de los nombres mencionados, con respecto a Trujillo, aparecen especialmente en los momentos de ''racconto'' o monólogos interiores. Hay otros dos nombres que también utilizan (Chivo y Tirano) y que hacen referencia al presente de venganza y de justicia por mano propia de los conspiradores. El cambio en el uso lingüístico para referirse a Trujillo nos habla del cambio de la relación con él y nos dibuja el otro rostro de este personaje que concentra en sí mismo dos calificativos tan contradictorios como descriptivos: Benefactor y Tirano.

Esta dualidad manifiesta una doble perspectiva con la que estos personajes interpretaron los actos de Trujillo y es un ejemplo claro de la variabilidad de las dimensiones que la realidad adquiere para un sujeto, según sus circunstancias y su modo de realizar una lectura. Porque queda claro, que, según nos lo presenta el texto, Trujillo no presenta variantes en su proceder a lo largo de todo su gobierno. Sostiene una linealidad e invariabilidad asombrosas, coherente con su concepción de poder cerrado e inmóvil. Las que varían son las lecturas que estos otros hacen de mismos actos en distintas circunstancias y que los mueve a impulsar un movimiento en el espacio del poder, quitando del centro al personaje que lo inmoviliza.

Por último, en el presente de la narración, Urania utiliza los mismos nombres para Trujillo que permanecen en su memoria del pasado. Así, ella reconstruye los hechos usando los calificadores de ''El Jefe, El Benefactor y Padre de la Patria Nueva, Era Trujillo, Ciudad Trujillo, Su Excelencia, El Generalísimo, El Padre de la Patria''. Pero a todos ellos les invierte el signo y, desde la ironía, los desacraliza y produce el efecto de otra lectura de la figura de Trujillo por contraposición. Por otro lado, la desacralización que Urania realiza, desde el tono irónico, no sólo muestra la otra cara del poder del dictador, que ella conoce desde sus estudios historiográficos, sino que también lo desacraliza como el eje que ha marcado su vida y que tuvo poder sobre ella aún desde la distancia. Cuando Urania piensa responder las cartas de Mariana, después de no haber respondido ninguna en treinta y cinco años, y así realizar, en cierto modo, un regreso a su país desde la palabra, nos revela que ha comenzado a quitar del centro de su vida a Trujillo, y por lo tanto le quita el poder ''simbólico'' que ha tenido hasta el momento de su llegada a Santo Domingo. El ejercicio de la palabra que ella realiza adquiere poder porque deja en evidencia las ficciones, las paradojas y entramados que tejieron el círculo de poder de Trujillo y del que se ha hecho experta en la necesidad de comprender a su padre, hasta el punto de darse cuenta de haber caído, ella misma, víctima de esos juegos y de esas redes.

Los grupos de personajes narradores, con sus distintas lecturas sobre la realidad y el poder, sintetizan, desde la literatura, los conceptos planteados sobre la fragmentaridad, el movimiento variable y sin uniformidad, la multiplicidad de puntos de vista y, en consecuencia, de realidades construídas, y perfilan la condición del hombre en relación a sus circunstancias individuales y colectivas.

 

BIBLIOGRAFÍA

DETIENNE, Marcel. Los maestros de verdad en la Grecia Arcaica. Madrid, Ed. Taunus, 1983

VARGAS LLOSA, Mario. La fiesta del chivo . Buenos Aires,Ed. Alfaguara, 2000.