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ISBN 978-85-60944-35-4 versión on-line

An 8 Col. LEPSI IP/FE-USP 2011

 

¿Y esto... para qué me sirve? Cuestiones referidas al uso y buen uso

 

 

María Teresita Pullol

Psicoanalista, Lic. En Psicología, Docente UNMDP. E-mail: mt_pullol@hotmail.com

 

 


RESUMEN

A menudo, esta frase es escuchada en las clases de adolescentes a los que parecería que el uso y utilidad de determinadas conceptualizaciones sería la motivación para que puedan aprender.
La ética del utilitarismo es lo imperante en esta época capitalista: el éxito se basa en el rendimiento y en la eficacia. La preponderancia de los sujetos está dada por el tener y no por el ser.
El discurso capitalista se cuela en el aula, queriendo imponer segregación en lugar de lazo social, borramiento de singularidades donde deberían instalarse diferencias. Asi, el profesor queda instalado en un único lugar de expendedor de servicios.
¿Qué lectura podemos dar desde el psicoanálisis a este pretendido rótulo de gadget que pareciera tener el conocimiento? Son las reflexiones que intentaré esbozar en el presente trabajo.

Palabras-clave: psicoanálisis; educación; saber; conocimiento; uso


 

 

A partir del título ofrecido por el Lepsi, sobre el declinamiento de los saberes y el mercado del goce, me permito algunas reflexiones posibles en torno al tema que siempre nos convoca en el coloquio: el enlace entre educación y psicoanálisis.

A menudo es posible escuchar en el salón de clases, la pregunta referida al valor del conocimiento, encarnada en "¿Y esto para qué me sirve?" Perecería que el conocimiento ha accedido al lugar del uso o beneficio que pueda tener. El uso, vocablo que impera en el discurso capitalista, deriva del latin usus, y puede definirse desde el Diccionario de la Real Academia Española, como la acción y efecto de usar; el ejercicio o práctica general de algo; el modo determinado de obrar que tiene alguien o algo; el empleo continuado y habitual de alguien o algo. Estar en buen uso es equivalente desde el diccionario, a lo que ya se ha usado.

Hoy los saberes están cuestionados y puestos en tela de juicio, y la pregunta asoma entonces: ¿Para qué sirve saber?

Si bien lo que se presenta en el aula hace alusión directa al conocimiento, en el cruce con el psicoanálisis hablaremos del saber que conlleva ese conocimiento. Los conocimientos aluden al patrimonio cultural, y el saber se referirá a la estructura del inconciente, en cuanto remite a la trama deseante.

Veamos análogamente cómo podría circular esto desde dos lados: la educación y el psicoanálisis.

-Por un lado desde el mercado, el discurso capitalista, parecería filtrarse en el aula, poniendo supuestamente al conocimiento como algo que tiene que servir, a modo de gadget que obtura. Hablamos de los gadgets como aquellos objetos que toman la función de objetos fetichizados, creando la sensación de completud, obturando la dependencia del sujeto con respecto a la castración. La pregunta, en el aula, se dirige a un Otro que es el profesor, al que además le hacen el requerimiento de que esto sirva, y sirva inmediatamente, sino no hay motivación para aprender. La inmediatez es una característica que encontramos en esta "modernidad líquida" que plantea Zygmunt Bauman, que -ya sabemos desde el psicoanálisis-, responde más a lo pulsional que a una espera que habla del deseo.

-Por el otro, el psicoanálisis, habla de una falta constitutiva, constitutiva en sí de un sujeto deseante.

Propongo entonces una línea de reflexión que pueda enlazar algunos significantes.

Es propicio traer la propuesta del Lepsi, en cuanto a que Adán y Eva serían más que ingenuos al pensar que el fruto del árbol del conocimiento hoy fuera valioso en sí mismo.

La metáfora arbustiva, fue usada por la religión en cuanto a que el fruto prohibido era aquél que descorría y develaba el misterio de las diferencias de los sexos. A partir de saber sobre la diferencia, se pudo dar lugar a la civilización.

Si el árbol del conocimiento antes era liberador en sí mismo, hoy parecería estar descartado si no tiene fines utilitarios, o, si siguiendo el hilo conductor del discurso capitalista, no tapona y completa a la manera de gadget. En definitiva, parecería tener que cumplir el mismo valor adormecedor que brinda la religión.  Repasemos desde Freud estas expresiones. Sabemos desde El Porvenir de una ilusión, que la religión da respuestas a diferentes interrogantes que inquietan al psiquismo, y de esta manera le producen un alivio, quitándole de encima esos conflictos que nunca han podido ser superados plenamente, nacidos en la infancia alrededor del complejo paterno, dándoles una solución admitida universalmente.

Estas respuestas son de tres órdenes:

-se posibilita el reinado de una providencia divina y bondadosa que calma la angustia cuando se enfrentan los peligros de la vida;

-se da un cumplimiento de la demanda de justicia mediante la institución de un orden ético del universo;

-se prolonga la existencia terrenal en una próxima vida futura, ya que brinda los marcos temporo-espaciales en los cuales se consumarán los cumplimientos de deseo.

En la Conferencia XXV, Freud se explaya sobre el tema y expone las tres funciones que cumpliría la religión: "... satisface el humano apetito de saber" [...] "Toda vez que apacigua la angustia de los hombres frente a los peligros y los veleidosos azares de la vida, les asegura el buen término, derrama sobre ellos consuelo en la desdicha" [...] y [...] " promulgar preceptos, prohibiciones y limitaciones" . Claro que en esa época, Freud distanciaba a la religión de la ciencia, diciendo que la ciencia "se conforma con indagar y comprobar" (Freud, 1932: 149).

El discurso científico, homologado por Lacan al capitalista, sustituye en este punto al de la religión, intentando taponar el deseo, con este "consuelo frente a los peligros de la vida" citado anteriormente. Sabemos que el capitalismo en su calidad de falso discurso produce segregación, implica el borramiento de las diferencias, las singularidades, los modos de acceso al goce.

Entonces, frente al árbol del conocimiento de la religión, que adormece al deseo, ¿qué hacen la educación y el psicoanálisis?

Por un lado, vemos a un servidor del saber en nuestro imaginario educativo: el profesor.

Y desde el Psicoanálisis, hablamos del analista como un Sujeto Supuesto al Saber.

La figura del profesor adviene entonces como un mero utilitario, trayendo todo servido, planificado, ordenado, desde donde servirse lo que falta. Pero... ¿no hablábamos de una falta constitutiva, necesaria para la condición de sujeto deseante?

Sabemos que el psicoanálisis es una práctica subordinada a lo peculiar del Sujeto; Freud hace hincapié en esto, hasta formular que la teoría psicoanalítica se cuestiona en el análisis de cada caso, se refunda en cada análisis.

Al aceptar al inconciente, estamos aceptando una constitución subjetiva caracterizada por una falta de acuerdo. Esta falta de acuerdo, o desacuerdo, malentendido, se extiende a cualquier nivel y registro: la hipótesis del inconciente derriba así toda ilusión de completud y plenitud. Por esto, el discurso piscoanalítico opera en el otro extremo de lo que caracteriza al discurso del amo sostenido por la ciencia. Allí donde el discurso capitalista no encuentra obstáculo, ni límites, el psicoanálisis habla de castración. La castración es el límite que se establece para poder relacionarse con el otro, que a su vez es el que permite el vínculo con el otro: la castración es el límite que permite el lazo social. Este límite es el fundamento del deseo. Si hay un no-todo se podrá desear algo.

¿Como poder realizar entonces el propuesto enlace entre psicoanálisis y educación en este panorama propuesto?

Una vía posible es en la persona del profesor, aquél al que se le hace la demanda del valor utilitario del saber y aquel que encarna históricamente la transmisión de ese saber. El profesor puede estar posicionado entonces en ese pretendido lugar religioso para solucionar todo y obturar la falta, sin dar lugar al deseo.  Pero él no es el encargado de traer la buena nueva como la salvación que viene de alguien supremo e iguala a todos, sino que dar lugar a la buena nueva en un momento único y determinado, implicará repensar nueva y buenamente la práctica. ¡Él también está atravesado por la falta!

Si es transmisión, las huellas simbólicas del sujeto están donadas, imperceptibles o no, puesto que en el acto educativo se imprime una diferencia. Ya Freud la señaló como una de las profesiones imposibles analogándola a la política y al psicoanálisis, en el Prefacio al libro de August Aichhorn (1925) y en Análisis terminable e interminable (1937): la educación es imposible ya que hay algo de la pulsión que no se deja dominar. Que sean imposibles aludirá a que son profesiones de la falta, porque al ser profesiones del habla, siempre faltará algo en su lugar, a la suerte del malentendido constitutivo.

Pero el uso que se le puede dar al profesor, puede ser análogo al del analista que se pone al uso de su analizante: puede convergir en el profesor una noción de uso, que lo pueda convertir en un buen profesor, efectivamente.

Remarco el significante efectividad, oponiéndolo a lo eficiente del mercado. La efectividad remontará a lo eficaz del inconciente. Será eficaz el uso que se le de a ese profesor, en lo que sirvió y ayudó a ligar, en un determinado momento.

La huella que puede dejar el profesor en sus alumnos, no es sino la marca de cómo ellos pudieron servirse de algo suyo. Sabemos desde Freud en Sobre la Psicología del Escolar, cómo el profesor encarna a la figura del padre perdido, en esa transferencia que enlaza al niño con el maestro. Así, la destitución de ese lugar del Ideal que antes se le había dado al padre, le facilita al niño girar hacia otros lugares idealizados transitoriamente.

La pregunta, expuesta al principio del trabajo, puede transformarse en una demanda que estará dirigida a que se haga lugar a la falta. Y para que haya falta debe haber diferencia, singularidad.

La posibilidad es que el educador trabaje en ese punto, interrogando: no se plantea hacer psicoanálisis en el aula, sino interrogar e interrogarse. No se trata de aplicar el psicoanálisis a la educación, sino pensarla con el psicoanálisis.

Ensambles provisorios con diferentes ejemplos de maestros (que no es lo mismo que decir maestro ejemplar), aquellos que reinventan su práctica cada día, sirven para determinado momento. Son instantáneas de dispositivos que pueden ayudar a pensar en eso: un momento determinado y singular, que luego de usado pueda ser desmontado para reconstruir otro de la forma en que la nueva situación, única e irrepetible, nos demande: una nueva singularidad.

En el análisis, nuestra práctica se define en cuanto a que surgen representaciones en aquellos lugares donde antes no las había; se comienza a ligar y hacer entrar en una cadena de significantes algo que antes no podía ser ensamblado, antes no existía. Nuestro trabajo consiste en hacerlas andar, en des-cubrirlas en el dispositivo analítico, para que el analizante pueda comenzar a darle otro sentido a ese único sentido que taponaba el goce. El analista será aquel re-creado cada vez: sin recetas o instrucciones seguras, sino en la re-invención y re-creación también del propio análisis del analista.

El profesor entonces, no se presenta como el religioso que imprime la religión llevando la buena nueva que tapona, ni como facilitador de un gadget que obtura la falta, sino como "provisorio", tomando el término de Marcelo Pereira, en cuanto a que el acto educativo también lo es: lo es para ese momento. Hacer lugar a la falta es dejar desear, habla de operaciones subjetivas que se dan dentro el aula. La misma posibilidad de una falta-en-ser del maestro es lo que permite la incompletud, contrapuesto al discurso que no da lugar a la falta, inquebrantable.

El analista así, también hace uso del semblante de saber. No es el amo del Saber, sino que lo soporta. Es un Sujeto Supuesto al Saber. El analista encarna qué color manda el juego, pero no lo juega: lo pone en juego, Es importante el uso que hace el psicoanalista de este semblante de saber: el buen uso es ofrecerse como un objeto, no al modo de gadget que completa, sino como aquel que instala un vacío.

No como el objeto de la religión que adormece y no posibilita el deseo, sino en un uso posible de la existencia del analista, como lo plantea Eric Laurent: "el analista se transforma en un instrumento para experimentar la falta en ser del sujeto moderno. El analista versátil, moldeable, como un instrumento, el analista como un vacío mismo".

Allí donde la religión obtura, donde el discurso capitalista impone los objetos que colman al Otro, que satura imponiendo el objeto que completa y colma, el analista instala un vacío.

Sabemos que el análisis es una experiencia única que se piensa para cada momento y se replantea en cada situación en su singularidad.

El acto educativo puede también ser una oportunidad de instalar un vacío. El conocimiento puede dar lugar al Saber. Si el docente no se cristaliza en un portador de saberes inquebrantable, sino en aquel que pudo brindar en ese acto algo único, puede instalar un vacío. La pregunta que se le hace, implica lazo social, en cuanto a que está dirigida a alguien. De él dependerá relanzar el cuestionamiento, sancionando, y no sirviendo en bandeja, a modo de gadget o monje.

Entonces la pregunta ¿Esto para qué me sirve? puede ser contestada de diferentes maneras posibles, pero al acontecer el acto educativo, servirá para poder "lanzarse a las empresas del deseo", como lo transmite en Infância e Ilusão (Psico)Pedagógica Leandro de  Lajonquière.

Sabemos que hay un otro saber, el saber del inconciente: ese saber no es soportado por una persona, sino por el mismo decir de los enunciados que circulan. Si un sujeto es lo que representa a un significante para otro significante, el sujeto es producido en ese espacio de significación, por lo tanto aceptar y soportar esa circulación da como resultado que el saber no pertenece a nadie, sino que deviene en el tiempo. Será un saber que el sujeto no sabe que tiene, por su propia división constitutiva.

El uso del Saber entonces se transforma en un buen uso: es el ofrecimiento del analista que instala un vacío; es el buen uso que se le puede dar a ese profesor que donó desde su falta la posibilidad de instalar la diferencia, aquella diferencia que permite dejar la marca simbólica.

El buen uso se sale del lugar del gadget, porque no tapona, sino que abre, descorre, inquieta, indaga.

El buen uso da lugar al deseo.

 

BIBLIOGRAFIA

Bauman, Zygmunt. (2003) Modernidad líquida. Editorial Fondo de Cultura Económica.

De Lajonquière, Leandro. (2002) Infância e Ilusão (Psico)Pedagógica. Escritos de psicanálise e educação. Editora Vozes, Petrópolis.

Freud, Sigmund. (1913-1914). Sobre la psicología del colegial. En Obras Completas, tomo XIII. Amorrortu Ediciones, Buenos Aires.

Freud, Sigmund. (1925) Prefacio a August Aichhorn. En obras Completas. Tomo XIX. Amorrortu Ediciones.  Buenos Aires.

Freud, Sigmund. (1927) El Porvenir de una ilusión. En obras Completas. Tomo XXI. Amorrortu Ediciones. Buenos Aires.

Freud, Sigmund. (1933 (1932)). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Conferencia XXV. En obras Completas. Tomo XXII. Amorrortu Ediciones. Buenos Aires.

Freud, Sigmund. (1937). Análisis terminable e interminable. En obras Completas. Tomo XXIII.  Amorrortu Ediciones. Buenos Aires.

Lacan, Jacques. (1959-1960) El Seminario, Libro 7. La ética del psicoanálisis. Ediciones Paidós. Buenos Aires, 2009.

Lacan, Jacques. (1969-1970). El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis. Ediciones Paidós. Buenos Aires, 1992.

Laurent, Eric. (1999). Conferencia: "Usos actuales posibles e imposibles del psicoanálisis", pronunciada en el 1er Encuentro Internacional de Salud Mental. En: Colofon N°24 (Usos del psicoanalista). Boletín de la Federación Internacional De Bibliotecas del Campo Freudiano. Santa Fe.

Pereira, Marcelo Ricardo. (2008). A impostura do mestre. Argumentum. Belo Horizonte, Minas Gerais.